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Actualizado: 10 de junio de 2025
Una sentencia del Conde de Alhedín sobre feo o bonito, sobre buen tono o mal tono, sobre distinción o falta de distinción, era inapelable para Rosita. De este modo se comprenderá su entusiasmo súbito por sus antiguas amigas del lugar. El Conde se las había descrito como dos portentos, y Rosita había dado por cierto que lo eran.
Cualquiera pensaría, al verle tan enfadado, que me quería de veras. Andrés sonrió también enternecido. ¡Vaya si te quiero, Rosita! contestó acariciándole la mejilla.
Todas las noches vamos de tertulia en casa de Rosita, la hija del escribano de Villabermeja, que es ahora condesa, y una de las mayores elegantas de la corte. A su casa no van, por lo común, más señoras que nosotras; pero en cambio van muchos hombres de los más distinguidos en letras, armas y política. Hay allí la mayor cordialidad. Parecen todos amigos íntimos y cariñosos.
Conveníale, por último, dar aviso a su mujer acerca del valor moral de Rosita, a fin de que no se engañase; pero disimular luego su disgusto si su mujer seguía tratándola. Y esto hizo don Braulio. Habrá quien crea que don Braulio hizo mal y que era débil de carácter. Aquí no le damos como dechado de fortaleza. Le pintamos tal como es.
Martín explicó a su novia como no le era posible desatender la invitación, y dejando a Bautista y a Catalina fué en compañía del oficial. La casa de la señora de Briones estaba en una calle céntrica, con soportales. Rosita y su madre recibieron a Martín con grandes muestras de amistad. La aventura de su llegada a Logroño con un una señorita y una monja había corrido por todas partes.
Pues bien: esta hija se llamaba Rosita, de edad poco mayor que la mía, pues apenas pasaba de los quince años, y ya estaba concertado su matrimonio con un joven oficial de Artillería llamado Malespina, de una familia de Medinasidonia, lejanamente emparentada con la de mi ama.
La noche que siguió a la mañana en que tuvo lugar la conferencia entre el Conde y su madre, el Conde, por lo mismo que estaba de mal humor, se mezcló poquísimo en la conversación general de la tertulia de Rosita.
Paco hizo las más extrañas y alarmantes suposiciones. ¿Si habrá enfermado en el camino y se habrá quedado en alguna estación? ¿Si merced a esa cordialidad de la tertulia de Rosita, el pobre Braulio, que es enclenque y nada ágil, habrá tenido también que andar a tiros o a sablazos y le habrán enviado cordialmente al otro mundo?
Después se vio rodeada por aquellas amigas de última hora, Marcela Peñarrubia, Enriqueta Atienza, Rosita León y sus respectivos amantes que la asistían y la mimaban con asiduidad conmovedora. Pero en cuanto pudo salir a la calle fue a casa de Visita resuelta a enterarse adónde había ido su marido y correr a pedirle perdón. En ver a Clara y Tristán no soñaba siquiera.
Porque aquello es una letrina; sí señor, una cloaca. Ya sabe usted que es una residencia interina. Las Salesas están haciendo, como usted sabe, su convento junto a la fábrica de pólvora. Sí, ya sé; pero cuando el convento esté edificado y las mujeres puedan trasladarse a él, nuestra Rosita habrá muerto. Señor Somoza, el cariño le hace a usted, acaso, ver el peligro mayor de lo que es.
Palabra del Dia
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