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Actualizado: 22 de junio de 2025
Bajando la momia, arrojó de sí esta pregunta, metida dentro de un suspiro: ¿Es usted amigo del Sr. D. Carlos? Sí, señora. Si no me engaño, es la primera vez que viene usted a casa. ¡Ah! esto parece la casa de Tócame Roque, según la gente que entra y sale. Y no es toda gente de principios, ni se nos guardan los miramientos que nos corresponden.
Tú me enseñaste a sentir así, a querer paz..., a soñar..., a desear imposibles.... Aquí estoy tranquila..., y rezo a mi modo. No tengo fe, lo que se llama fe.... Pero quisiera tenerla. Los santos, todos esos, aquel San Roque, este San Sebastián con sus banderillas por todo el cuerpo..., aquel señor obispo..., San Isidoro..., todos me van entendiendo.
Dicen que la Junta de Sevilla ha armado un gran ejército con las tropas que estaban en San Roque. ¿Saben ustedes lo que es San Roque? Pues es como si dijéramos...; supongan ustedes que aquí está Gibraltar, pues aquí cerquita está San Roque. Este D. Santiago lo sabe todo. Ya, como quien ha visto tantas tierras y ha estado en tantas batallas.
Los dos hombres conversaron, mientras continuaba el baile. Don Roque empezó á fumar un gran cigarro, ofrecido por el gaucho con ademanes de gran señor. Hay quien asegura dijo en voz baja que eres tú el que robó la semana pasada tres novillos en la estancia de Pozo Verde.
¡Triste condición la de un pueblo que no rinde culto á la hermosura y donde el amor no se levanta sobre el egoísmo del más fuerte! El día de San Roque he asistido á las fiestas de Somahoz y regaládome con la música y el baile del país. La música es una especie de jota menos bulliciosa que las de Aragón y de una melancolía infinita.
Y las muy simples están formando unos ejércitos..., cosa de juego, señor de Santorcaz; cuatro gatos que estaban ahí en el Campo de San Roque con unos cuantos cañoncillos... Y también han dado en armarse los paisanos, lo mismo en Castilla que en Cataluña, así en Valencia como en Andalucía... Pero eso no vale nada; son hombres de alfeñique y alcorza, y no digo yo con balas, con saliva les destruirán los franceses.
Parecía un cortesano de Luis XV o un cochero de casa grande. Don Roque, que así se llamaba, se revolvió en el asiento y dió una voz. ¡Marcones! Un alguacil octogenario se acercó al respaldo del palco con la gorra azul de grande visera charolada en la mano. El alcalde conferenció con él algunos momentos.
Y como no llegaba ninguna queja, don Roque se abstenía de averiguar la lejana procedencia de aquellos animales. Luego huían de pronto los compañeros de Manos Duras, y éste continuaba su vida solitaria, ó desaparecía igualmente de su rancho por algún tiempo, con gran satisfacción del comisario.
Sesenta y dos voluntarios de San Roque y Caridad, armados de Remington y Maüser, organizados por los españoles, se presentaron al día siguiente, poniéndose incondicionalmente á mis órdenes.
Hecho esto, con lo cual todos quedaron contentos, satisfechos y pagados, dijo Roque a don Quijote: -Si no se guardase esta puntualidad con éstos, no se podría vivir con ellos. A lo que dijo Sancho: -Según lo que aquí he visto, es tan buena la justicia, que es necesaria que se use aun entre los mesmos ladrones.
Palabra del Dia
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