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Actualizado: 3 de junio de 2025


Visanteta a la cocina, a dar a la comida el último punto, y ella al salón, a mimar al hombre temible y preparar el golpe para después de la sobremesa. El piano seguía sonando; pero ahora, de la romanza sentimental se había saltado a la ópera. /* Come una damicella mi trovare più bella.... */

Hacía memoria de unos versos de Heine que nombran á Toledo, de otros versos de Musset á las marquesas andaluzas de Barcelona, tarareaba una romanza sobre los naranjos de Sevilla... Su héroe debía ser forzosamente de Toledo ó andaluz de Barcelona.

Allí se proclamaba la romanza de moda, y cuando ya la habíamos olvidado, venían los extranjeros, años después, á repetirla como una novedad. Hizo una breve pausa. Si los señores quieren continuó , los llevaré á la vuelta á Piedigrotta. Verán la pequeña iglesia de San Vitale.

Cuando la voz del tenor terminó la última romanza y sus lamentos se perdieron en las bóvedas apostrofando a la ciudad deicida, «Jerusalén, Jerusalén», la muchedumbre se esparció, deseando cuanto antes volver a las calles, que tenían aspecto de teatro con sus focos eléctricos, sus filas de sillas en las aceras y sus palcos en las plazas.

Terminada la romanza, empezó el aria del cuarto acto de La Africana.

Debo recitar al mismo tiempo una oración en italiano, una súplica muy bonita á los tres reyes, casi una romanza, que dice... que dice... No pudiendo acordarse, abrió su bolso de mano. En el monedero guardaba la plegaria, escrita con lápiz detrás de un cartón del Casino de los que sirven para anotar las jugadas.

Supongo que éste no escapa a la ley común, y aunque proviene simplemente de la venta de un coleccionista célebre, cultivo piadosamente esta leyenda, cuya autenticidad tiene por suprema garantía mi propia autoridad reforzada con la del profano vendedor. La joven se puso a tocar un Lied de Mozart, y después cantó la romanza de Martini «Placer de amor».

La romanza Lontano a te, más que ninguna otra, tenía el privilegio de despertar su sensibilidad y dar a sus ojos expresión extremadamente amarga.

Ya no escuchaba el piano de sus hermanas como quien oye llover; ahora la música le arañaba en lo más hondo del pecho, y algunas veces hasta le saltaban las lágrimas cuando Amparito se arrancaba con alguna romanza italiana de esas que meten el corazón, en un puño.

Se le trataba como a un igual, se contaba con él en todas las francachelas; pero nadie preguntaba por su dinero. Mi general, le habrá a usted gustado ayer la Tosti, ¿eh? dijo Ramoncito Maldonado dirigiéndose a Patiño. En la romanza solamente, repuso el guerrero sensible después de dirigir con destreza una larga bocanada de humo a su boquilla que representaba un obús montado sobre su cureña.

Palabra del Dia

rigoleto

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