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Actualizado: 30 de junio de 2025
A media tarde todos se convencieron de que era verdad. El gobierno anunciaba un armisticio, solicitado por los enemigos. La verdulera se encontró de pronto envuelta y arrastrada por una avalancha de gente que parecía rodar hacia el centro de París. Se mostraba frenética de alegría como todos; gritaba como todos.
Aquella dichosa Mancha era un narcótico. Por fin bajaron en Alcázar de San Juan, a media noche, muertos de frío. Allí esperaron el tren de Andalucía, tomaron chocolate, y vuelta a rodar por otra zona manchega, la más ilustre de todas, la Argamasillesca.
Durante los meses de febrero y marzo, en los que todo el pais semeja una sábana sola con tres palmos de nieve, lo que hace el paisaje monótono, porque es el mismo en todas partes, las diligencias tienen la originalidad de rodar sin ruedas, y con gran velocidad.
Por una evolución curiosa de mi espíritu, mi primer pensamiento, cuando el carruaje comenzó a rodar en las calles de la ciudad, fue para el regreso. ¡Qué lejos me encontraba de todo lo mío! Atrás quedaban las duras jornadas de mula, los sofocantes días del Magdalena y la pasada travesía en el mar. ¡Habría que rehacer esa larga ruta nuevamente! Confieso que esa idea me hacía desfallecer.
En la nave del trasaltar, la más obscura, escondidos en la sombra de los pilares y en las capillas, algunos señoritos se divertían en echar a rodar sobre el juego de damas del pavimento de mármol monedas de cobre, cuyo profano estrépito despertaba la codicia de la gente menuda; bandos de pilletes que ya esperaban ojo avizor la tradicional profanación, corrían tras las monedas, y al caer tantos sobre una sola en racimo de carne y andrajos, excitaban la risa de los fieles, mientras ellos se empujaban, pisaban y mordían disputándose el ochavo miserable.
Algunos eran de plata, y sólo llegaban á las rodillas del siervo atlético que se inclinaba sobre ellos para hacerlos rodar. Otros eran de cobre, y poco más ó menos del mismo tamaño. El público, algo aburrido por estos objetos sin interés, sólo mostró cierta curiosidad al ver cuatro discos movidos cada uno por dos hombres.
Las palabras de ella también alarmaban á Robledo. Nunca había estado en América, y sin embargo, una tarde, en un té del Ritz, le habló de su paso por San Francisco de California, cuando era niña. Otras veces dejaba rodar aturdidamente en el curso de su conversación nombres de ciudades remotas ó de personajes de fama universal, como si los conociese mucho.
Aquel rasgo gracioso de modestia levantó gran alborozo. ¡Ole por las mujeres simpáticas! ¡Todo el mundo á quererla! ¡La pura arropía!... Y sonaban las palmas, y chocaban los vasos y gritaban como energúmenos jaleando á la cantaora. Pero aquel entusiasmo se enfrió momentáneamente porque, Antonio, con uno de sus descompasados ademanes, echó á rodar una caña y la quebró.
Gloria a tí, gran Colón, eterna gloria, que un nuevo mundo al piélago infinito arrancaste. Perenne tu memoria en bronce esculpiráse y en granito España, sobre el carro poderoso, que al rodar otro tiempo, dos mundos arrastraba vigoroso, al atronar el orbe con tu fama Gigante de los mares te proclama. Lo admira todo, pero... no le llena; la nostalgia le apena. El Marino Español.
Anchuras de éstas no se encuentran hasta el camino real: medio día de rodar, agua abajo, en una caballería de buenos pies; un paseo, como quien dice, y de los cortos... Enfrente de ese boquete tienes aquel otro de la mano derecha, por donde se mete una tira que va a acabar en punta allá dentro. ¿Le ves? al pie mismo de la montaña manchada de verde por arriba.
Palabra del Dia
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