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Actualizado: 17 de junio de 2025
Me dispongo á terminar brevísimamente la actual campaña, á fin de aniquilar el movimiento armado en la República, que sonroja los rostros de los hijos de un pueblo valeroso, digno y de vergüenza; dicha sea esta última expresión apelando el vocablo que en crítica situación para los revolucionarios del 68, sirvió al inmortal Agramonte para levantar más el espíritu público y hacer que prosiguiera la jornada gloriosa.
Este desfile de suntuosidad abrumadora, corriente de movibles patíbulos con rostros cadavéricos y vestiduras deslumbrantes, prolongábase toda la noche, frívolo, alegre y teatral. En vano lanzaban los cobres sus gemidos de muerte, llorando la más ruidosa de las injusticias, la muerte infamante de un Dios. La Naturaleza no se conmovía, uniéndose a este dolor tradicional.
El cual, gustando de oírle decir tan grandes disparates, le preguntó que qué sentía acerca de los rostros de Reinaldos de Montalbán y de don Roldán, y de los demás Doce Pares de Francia, pues todos habían sido caballeros andantes.
Más allá de esta zona de luz temblorosa, que coloreaba grotescamente los rostros y hacía palpitar los ojos con desordenadas vibraciones, extendíase la noche tropical, solemne, tranquila, con sus aguas obscuras pobladas de caracoleantes fosforescencias y su cielo límpido, en el que asomaban sonrientes un gran número de astros nuevos rodando en el misterio.
A pesar de su silencio, lleno de principesca dignidad, el odioso enano se explayó: Tu mala costumbre, Cristela, consiste en no contentarte con mirar el rostro de la gente, y mirarles también el alma. ¡Nunca mayor imprudencia! El rostro es, generalmente, la máscara del alma. Los rostros suelen ser agradables o interesantes; las almas son casi todas desagradables y vulgares.
Entonces Miguel ya no fue dueño de sí, y de improviso, en un momento de silencio, soltó el trapo de la risa, y con él a chorretazos por boca y narices la cucharada de sopa que acababa de tragar. Todos los rostros se volvieron con asombro. ¿De qué te ríes, Miguel? le preguntó su tía. ¡De mí, recontra, de mí! gritó Enrique desesperado.
Cesaban las risas, se entenebrecían los rostros, y el capitán Valls paseaba en torno sus ojos de ámbar, respirando satisfecho, como si acabase de alcanzar un triunfo, mientras el pequeño volumen volvía a ocultarse en su bolsillo. Una vez que Febrer figuraba entre los oyentes, el marino le dijo con voz rencorosa: Tú también estabas allí. Es decir, tú no.
Pero el verdadero adorno de ella son los rostros expresivos de las niñas indígenas, que allí pueden verse con más comodidad y espacio que en ninguna otra parte. Es el teatro aristocrático de Andalucía. Las damas que allí asisten, vestidas con esplendidez y gusto, pueden mirar sin bajar la cabeza a las abonadas del teatro Real de Madrid.
Habréis notado en ambos rostros una fealdad risueña, del más puro Madrid, en quien el carácter arquitectónico y el moral se aúnan maravillosamente.
12 Y toda su carne, y sus costillas, y sus manos, y sus alas, y las ruedas, lleno estaba de ojos alrededor en sus cuatro ruedas. 13 A las ruedas, oyéndolo yo, se les gritaba: ¡Rueda! 14 Y cada uno tenía cuatro rostros. El primer rostro era de querubín; el segundo rostro, de hombre; el tercer rostro, de león; el cuarto rostro, de águila.
Palabra del Dia
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