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Actualizado: 16 de junio de 2025


Y todo consistía en que era de una rigidez, de una tenacidad de pensamientos y propósitos, y de una casta de moral tan extremadas y enteras, que la iban llevando poco a poco toda la vida hacia adentro; y allí la guardaba como el avaro su tesoro, y, también como el avaro, sospechaba de todo lo que en torno suyo se movía.

Sus dolores, bastante semejantes por el ritmo y su cualidad, á los de la nuez vómica, se distinguen por la rigidez muscular, por el acortamiento de los tendones, en que se agravan por la tarde, por el movimiento y la menor impresion de frio; circunstancias que anuncian el padecimiento del sistema nutritivo y la astenia.

Pacita, sin contestar, llamó la atención de una de sus hermanas. Mercedes, mira qué pulsera tan bonita le ha regalado el general a Esperanza. La segunda de Alcudia perdió su rigidez por un momento, y tomando el brazo de Esperanza la examinó con curiosidad. Es muy bonita. ¿Te la ha regalado el general? preguntó cambiando al mismo tiempo con su hermana una mirada maliciosa.

Ahora, al notar la libertad con que se tratan ciertas materias y la manga ancha que tiene el autor para algunos deslices, dudo de que el señor deán, cuya rigidez de buena tinta, haya gastado la de su tintero en escribir lo que el lector habrá leído. Sin embargo, no hay bastante razón para negar que sea el señor deán el autor de los Paralipómenos.

La religiosidad sincera, para San Pablo, se cifra en algo más importante que los hechos probados y la rigidez de conducta. En la segunda epístola a los Corintios, San Pablo dice: o Khirios to pneuma estin; el Señor es el espíritu.

Los seis hombres que estaban sobre su pecho tiraron de la cuerda con un esfuerzo regular y prudente para evitar que él despertase. Sintió que lo que subían no era un ser animado, sino algo largo y de una rigidez metálica. La barra de acero que desean clavarme en el corazón pensó el gigante. No se equivocaba.

Simoulin creyó ver en él una expresión de cansancio y de remordimiento. Tal vez exageraba su rigidez militar para hacer menos visible la vergüenza que le producía esta vil función de guardador de esclavos. Pierrefonds, en cambio, le miraba fijamente, por ser el jefe.

En el ensanche, erguía sus torres de un gótico ridículo la iglesia de los jesuítas, con su residencia anexa; y en torno de ella se alineaban con rigidez geométrica, los hoteles y caserones de los nuevos capitalistas, enriquecidos fabulosamente por las minas de la noche á la mañana. Aresti pasó el puente, siempre tembloroso bajo el paso de los tranvías y las carretas, y entró en el Arenal.

Es indudable que este hábito de trabajar así, de abstraerse en la contemplación de su obra, de mirarla incesantemente, con la cabeza erguida y los ojos bajos, acentuó en gran manera la natural rigidez de su continente.

Todavía respiraba... Un tiro en la sien. Se contrajo el cuerpo bajo un estremecimiento final. Luego quedó inmóvil, con la rigidez del cadáver. Sonaron voces, formaron las dos compañías en columna, y al ritmo de sus instrumentos fueron desfilando ante el cuerpo de la muerta. Del lúgubre carruaje sacaron los hombres enlutados un féretro de madera blanca.

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