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Actualizado: 4 de junio de 2025


Fenece aquí la triste su triste hora, Cubierta de mil flechas y arpones: Doña Maria de Angulo, causadora De motines, revueltas y pasiones, Amiga de mandar, y tan Señora, Que con todos tramaba disenciones: Su nieta Doña Elvira, mal herida, Quedaba entre las yerbas escondida.

Hay tanta mayor risa, cuanto mayor es el cansancio. Es un aturdimiento de regocijada fatiga; las escopetas arrinconadas, las grandes botas tiradas y revueltas, los morrales vacíos y junto a ellos plumajes rojos, áureos, verdes, plateados, todos con manchas de sangre.

Cada pata de la mesa sostenía en torno de ella un camino en espiral, por el que podían subir y bajar los servidores. Uno de estos caminos hasta tenía la anchura y el suave declive necesarios para que ascendiesen por sus revueltas los portadores de literas. En el fondo de la Galería se habían improvisado varias cocinas para la alimentación del gigante, sus guardianes y su servidumbre.

Eran oficiales convalecientes, franceses, canadienses, australianos, ingleses, y revueltas con ellos, enfermeras de varios tipos; unas con velos monacales y aspecto frágil; otras varoniles, con corbata y levita de botones dorados, sin otra prenda femenil que la falda... Algunas más viejas, de pelo corto, cara roja y grandes anteojos de concha, exigían un detenido examen para que de su aspecto híbrido pudiera surgir la convicción de que eran mujeres.

La gente de Buenos Aires apenas prestaba atención á estas hazañas y revueltas en la lejanísima provincia. ¡La Argentina es tan grande! Además, todo esto ocurría en un extremo del país, vecino al Brasil y al Paraguay; en una tierra que es argentina políticamente, pero por la raza es más bien paraguaya, y cuyos habitantes hablan generalmente el guaraní.

El pequeño islote poco á poco fué ocultándose en los espacios, siendo sus difusos contornos el adiós que nos daban las playas filipinas. La María Rosario navegaba en ancha mar. Las revueltas ondas del Gran Pacífico nos mostraban por doquier los inmensos dominios donde viven, sin percibir por ninguno de los horizontes, la arena donde mueren.

Subieron por una escalera de ecos despiertos, grande como una calle en pendiente, con revueltas anchurosas que permitían en otros tiempos el paso de las literas y sus portadores.

Pero la lógica inflexible de su necesidad la amarraba allí, y no viendo a su compromiso otro remedio, érale forzoso apechugar con aquel caliz. «Ya que he hecho el sacrificio de venir pensaba , no me voy sin probar fortuna». El tiempo apremiaba; ya había dado la una... Dos o tres veces trajo las palabras de la mente a la boca, y allí se le quedaron revueltas con una saliva que era hiel pura. «¡Qué tonta soy! pensaba . ¡Tener reparo delante de esta chiquilla...!». Por fin, tanto luchó, que las palabras salieron tropezando.

Muley, más afortunado que su vencedor y María, sanando de sus heridas al fin, prosiguió en sus proyectos de revueltas y rebelión, que si no los realizó por sus propias manos, gracias al temor que inspiraba el Emperador Carlos V, los vió puestos en práctica años después por un hijo suyo, que fué uno de los reyezuelos de las Alpujarras.

Se siente una sed desesperada que nada aplaca, y se avanza, se avanza viendo el Magdalena a los pies, casi al alcance de la mano, alejarse indefinidamente entre las vueltas y revueltas del camino. Mi cabalgadura no podía más, la rapidez de la marcha y la atmósfera sofocante la habían agotado.

Palabra del Dia

lanterna

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