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Actualizado: 15 de mayo de 2025
A la tarde, Ben Zayb, con los bolsillos llenos de revólvers y cartuchos, fué á visitar á don Custodio, que encontró trabajando de firme en un proyecto contra alhajeros americanos. Murmuró al oido del periodista, en voz quedísima y entre las dos palmas de la mano, palabras misteriosas. ¿De véras? preguntó Ben Zayb llevándose las manos á los bolsillos, mientras palidecía visiblemente.
Los otros se citan para la tarde en las iglesias y se enseñan los revólvers en los rincones de las sacristías. El Padre Paulí predica, hace tiempo, que hay que morir por la fe: el zascandil de Urquiola anda arengando á la juventud salida de Deusto, para que mate en nombre de Dios.
A Kane aparenta divertirle esto, y hace asomar la risa á nuestros labios cuando nos lo cuenta: «Lloraban dice, y entonaban todo género de lamentos, mas, no perdían el apetito.» Los maridos, los padres de los rehenes, devuelven los objetos sustraídos y toman la cosa buenamente, cual hombres inteligentes que no tienen para oponer á los revólvers norte-americanos otras armas que huesos de pescados.
Lo que proyectaban era precipitarse sobre mí repentinamente durante mi conversación con ellos. Déjenme ustedes meditar su promesa unos instantes añadí, pareciéndome oír burlona risa al otro lado de la puerta. Póngase usted ahí, contra la pared, fuera del alcance de los revólvers murmuré dirigiéndome a Antonieta. ¿Qué va usted a hacer? preguntó alarmada. Ya lo verá usted.
Pero Dechard no tardó en desasirse y en atravesar con su espada al indefenso médico. Después se volvió hacia mí, gritándome: ¡Por fin! Cruzamos los aceros. Por fortuna mía, ni él ni Bersonín tenían a mano los revólvers al sorprenderlos yo. Los encontré más tarde, cargados, en la otra habitación, sobre la repisa de la chimenea. Empezamos, pues, el combate con armas iguales.
¿Lleva usted revólver? pregunta un pasajero á su vecino. Y el interpelado, que no desea otra cosa que exhibir su 44, saca del cinto un enorme Bulldog, sucio y descuidado, con el cual, según afirma, peleó muy duro en la escolta de Máximo Gómez. Esta primera demostración armada es la señal; y pronto todos los viajeros agitan en sus manos revólvers y pistolas de todas clases.
De la portada de San Nicolás salían descargas cerradas, disparos de revólvers baratos comprados el día antes por los organizadores de la romería, balazos sin dirección, que iban á perderse en la arena del paseo ó se incrustaban en los árboles.
Y por esto y como contase Simoun que los tulisanes estaban muy bien provistos de escopetas, fusiles y revólvers, y que contra semejantes individuos un hombre solo por bien armado que estuviese no se podía defender, S. E. para evitar en lo futuro que los tulisanes adquieran armas, iba á dictar un nuevo decreto concerniente á las pistolas de salon.
Torné la espada y volví a la primera habitación. ¿Quién había echado el puente? ¿Habrían sido mis amigos? En tal caso todo iría bien. Mi mirada se dirigió a los revólvers y tomando uno de ellos me dirigí a la puerta de la escalera y escuché. Necesitaba también unos momentos de descanso. Rasgué la manga de mi camisa y con ella me vendé el brazo lo mejor posible.
Deseamos hablarle. ¿Promete usted no hacer fuego hasta habernos oído? ¿Tengo el gusto de hablar con el señor Dechard? pregunté. No importa el nombre. Pues entonces prescindan ustedes del mío. Corriente. Tengo que hacerle a usted una proposición. Yo seguía mirando por la hendidura y vi que mis enemigos habían subido dos escalones y que tres revólvers apuntaban a la puerta. ¿Nos deja usted entrar?
Palabra del Dia
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