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Actualizado: 12 de mayo de 2025
En la obscuridad de las bóvedas retumbaban los argentinos martillazos de los guerreros del reloj. Luna se levantaba y recorría la iglesia, visitando los contadores para marcar su ronda. Habían sonado las diez, cuando Gabriel oyó abrirse el postigo de la portada de Santa Catalina, pero rápidamente y sin violencia, como si hubieran hecho uso de una llave. Luna recordó el ofrecimiento del campanero.
Entró don Santos en la tienda, que era como el Magistral se la había representado, y dejándose alumbrar por el sereno atravesó el triste almacén donde retumbaban los pasos como bajo una bóveda, y subió la escalera lentamente, respirando con fatiga. El sereno salió, después de entregar la llave al amo de la casa. Cerró de un golpe y se fue calle arriba. Obscuridad y silencio.
Después de varios días de encierro aún no se había amortiguado en él la impresión que le produjo ver por primera vez la iglesia solitaria y cerrada. Sus pasos retumbaban sobre el pavimento, cortado a trechos por los sepulcros de prelados y grandes señores de otros siglos. El silencio del templo muerto se alteraba con extrañas sonoridades y roces misteriosos.
Retumbaban todavía en mis oídos las pisadas y le floriture del atolondrado, cuando se abre violentamente la puerta, y la señora de H *, y en persona, con los ojos encendidos y toda fuera de sí, se precipita en la habitación. ¡Don Fernando! A su voz salió uno de los prestamistas, caballero de no mala figura y de muy galantes modales. ¡Señora! ¿Me ha enviado usted esta esquela?
Sonaba y resonaba en la bóveda la tos de un viejo que rezaba en una capilla escondida; los pasos de un monaguillo irreverente retumbaban sobre la tarima de un altar, y como un refuerzo del silencio llegaba a los oídos un rumor tenue de los ruidos de Vetusta.
Sintiendo en su favor su suerte y hado, El Estrecho embocò con buena mano, Y en breve al mar del sur sale triunfando, La tierra firme en Chile costeando. La costa y tierra toda estremecía, Las nuevas por los aires retumbaban, La gente de los indios se temía, Que muy mal se sonaba que hablaban.
Y las correligionarias de don Pompeyo reían a carcajadas, demostrando así lo poco arraigado de sus convicciones. La noche se acercaba; el cementerio estaba lejos, y hubo que apretar el paso. La lluvia empezó a caer perpendicular, pero en gotas mayores, los paraguas retumbaban con estrépito lúgubre y chorreaban por todas sus varillas.
Le absorbían las noticias de Roma, las intrigas de los diplomáticos alemanes, la posibilidad de que Italia entrase en la guerra. Luego, en las calles solitarias, el marino tropezó con la misma preocupación. Retumbaban sus pasos bajo la luz del sol con una sonoridad igual á la de los subterráneos de huecas tumbas.
Palabra del Dia
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