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Actualizado: 22 de julio de 2025


Ya estaba cerca el enemigo: era posible que se arrastrase cautelosamente, fuera de la senda, entre las ramas de los tamariscos. Se incorporó, requiriendo la escopeta, buscando en su faja el revólver. Tan pronto como oyese un grito de reto o un temblor en la puerta, se echaba ventana abajo, y dando vuelta a la torre, cogía al enemigo por la espalda. Pasó más tiempo... ¡Nada!

; mataría y moriría después; estaba decidido. Y miró al balcón, procurando dar a sus ojos la más insolente expresión de reto; pero se fijó con insistencia en el teniente. Tenía buenas espaldas, su cabeza morena no era de víctima, le colgaba del talle un espadín y además, según informes de Andresito, tenía entre sus amigotes fama de bruto.

Y aquí fué el origen del desafío, porque el marqués montó en cólera y retó al conde, acudiendo los dos rivales á los pocos días á las inmediaciones de la ermita de San Sebastián, donde se batieron briosamente, mas cuando era más empeñada la lucha se rompió la espada del Asistente, parando sus golpes el de la Algaba.

Le reto para probarle delante de todos vosotros, con mi bata y mi espada, contra toda su luciente armadura blanca que me ha quitado, que fuí yo quien tuve la honra de vencer al valiente Otames. Admitió Itobad el duelo con mucha confianza, no dudando de que con su yelmo, su coraza y sus braceletes, acabaria fácilmente con un campeon que se presentaba en bata y con su gorro de dormir.

Hubo, pues, de parar en seco a dos pasos de y los dos caballos, jadeantes, cubiertos de espuma se encabritaron como si hubieran tenido el sentimiento de que sus jinetes querían pelear. Creo en verdad que Magdalena y yo nos miramos con cólera, a tal punto aquel juego extravagante mezclaba la excitación y el reto respecto de otros sentimientos intraducibles.

Era doña Sol, que, en vez de permanecer inmóvil en el suelo, acababa de ponerse en pie y recogía su garrocha, colocándosela bravamente bajo el brazo para retar de nuevo a la fiera: una arrogancia loca, con el pensamiento puesto en los que la contemplaban; un reto a la muerte, antes que transigir con el miedo y el ridículo. Ya no gritaban tras la empalizada.

Y si pones en duda mi palabra, que es palabra más que de rey, ¡ya quisiera Su Majestad...!, te reto en singular combate. Y se pone en pie, empuñando la botella por el cuello. Por la frente dramática de Apolonio cruza un negro pensamiento. Ahí está Belarmino, desmedrado e inerme, a su merced. Un botellazo en la cabeza, y asunto concluído. Que luego le procesarían, ¿y qué?

Era el novicio Tristán de Horla mancebo de aventajada estatura y atléticas formas, cuyos ojos negros contrastaban con el rojo cabello y cuyas facciones, nada desagradables, revelaban de ordinario la franqueza y el buen humor, si bien en aquel momento se reflejaba en ellas una expresión de reto y enojo.

Nuestras filas habían desalojado a los franceses de sus posiciones. Les vimos replegarse en desorden, y entonces cesó la inmovilidad de los coraceros. Los resplandecientes petos despedían reflejos múltiples, y ordenadamente descendieron de la colina en perfecta fila. Relincharon sus caballos, y los nuestros relincharon también, aceptando el reto.

No, caballero insigne; decía que el quijotismo español de hoy se parece al antiguo, como se parece el mulo al caballo. Por lo demás acepto el reto de usted y nos batiremos a la jineta, a pie, con sable, espada, lanza, honda, ballesta, arcabuz, o como usted quiera. Pronto partiré de Cádiz, quizás mañana mismo. Disponga usted de cuando guste.

Palabra del Dia

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