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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Entre tanto, yo había cumplido ya los treinta y dos años; hacía seis que era doctor en ambos derechos, aunque sin saber, por desuso de ellas, para qué servían esas cosas; más de siete que campaba por mis respetos, y me daba la gran vida con el caudal que había heredado de mi padre. Porque de mi madre no heredé un maravedí.
Pongo, pongo.... Pero a mí me están embromando también a cada rato con las primas..., y hay que aguantar, que no lo hacen con mala intención; es por reírse un poco. Hay bromas de bromas, y a mí me parecen delicadas para un sacerdote las que tocan a la honestidad y a la pureza. Si aguanta uno por respetos humanos esos dichos, acaso pensarán que ya tiene medio perdida la vergüenza para los hechos.
A guisa, pues, de protesta contra tal paternidad escribo esta tradición, en la que, por lo menos, sabré guardar respetos a los fueros de la historia y la sombra de Rodil no tendrá derecho para querellarse de calumnia y dar de soplamocos a la mía cuando ambas se den un tropezón en el valle de Josafat.
Llamado al orden Marimón, contestó, dando una palmada sobre la tribuna: Nada de gritos, ilustrísimo señor, que respetos guardan respetos, y si su señoría vuelve a gritarme, yo tengo pulmón más fuerte y le sacaré ventaja . En uno de los volúmenes de Papeles varios de la Biblioteca de Lima se encuentran un opúsculo del padre agonizante Durán, una carta del obispo fray Pedro Ángel de Espiñeyra, el decreto de Amat y una réplica de Marimón, así como el sermón que pronunció éste en las exequias del padre Pachi, muerto en olor de santidad.
Flavia lanzó un ligero grito y se apartó de mí rápidamente. La frase que mis labios habían comenzado quedó interrumpida. Sarto, pues era él, se inclinó profundamente, grave y sombrío. Perdonad, señor dijo, pero Su Eminencia el cardenal espera hace un cuarto de hora, deseoso de ofrecer sus respetos a Vuestra Majestad antes de partir. No es mi voluntad hacer esperar a Su Eminencia repuse.
Las cartas escritas para el público no llenan este vacío, y las verdaderas no salen nunca a luz, o por la razón de falsos respetos, o quizás porque el público mismo no manifiesta inclinación a esta literatura de verdad palpitante, y protege con su demanda las cosas sobadas, compuestas y mentirosas. Poco o ningún fruto obtuve, pues, de la literatura familiar.
La primera es, que los Autores coetaneos al suceso, ó poco posteriores hayan podido notarlo, esto es, no hayan tenido el estorbo de decir la verdad por respetos humanos, ó por miedo: que hayan tenido ocasion de observar el hecho, ó de asegurarse de él, y que tuvieran facilidad de escribirle.
Todos hablaban únicamente de los respetos que merecía el anciano pastor, un hombre que en sus mocedades se comía los franceses crudos, que había visto mucho mundo, y cuya sabiduría, demostrada con medias palabras y consejos incoherentes, inspiraba un respeto supersticioso á la gente de las barracas.
Palabra del Dia
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