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El loco amor al lujo y las comodidades eran los puntos débiles de Isidora; su necesidad la brecha por donde la atacaban, prometiendole villas y castillos; pero no obstante estas desventajas, resistía batiéndose con el arma de su orgullo y amparada del broquel de su nobleza.

El Marqués creía en la santidad de Anita; la Marquesa encogía los hombros; temía por la cabeza de aquella chica. Visitación estaba volada, furiosa. «¡Sus planes por tierra! ¡Ana resistía! ¡No era de tierra como ella!». Obdulia Fandiño no envidiaba la santidad de su amiga la Regenta, sino el ruido que metía, lo mucho que se hablaba de ella por todo el pueblo.

Mas nunca pudo encubrir bien la rabia, ni la soberbia, con que se resistía a la luz de Dios y le precipitó a la fatalidad de su fin. Estoy para decir, que aunque murió Judío, no fue por serlo del todo de entendimiento, ni aún por quererlo de veras ser, sinó por quererlo parecer.

Su marido, que la conocía bien, le decía: «¿No te parece que vayamos hoy á cañear un poquito á casa de VelázquezElla se resistía, se quejaba de fatiga, hablaba de los muchos quehaceres de la casa. Si el bueno de Pepe se dejaba persuadir, ¡desgraciado de él! El humor de su cónyuge se ennegrecía de tal modo que al día siguiente era imposible sufrirla.

Mas la gentil aldea se resistía a la inspección, ocultándose a medias detrás de los árboles, que le servían en toda su extensión de poético baluarte. No podía darse nada más bello. El río, iluminado por los rayos oblicuos del sol, era un cinturón de plata bruñida que lo aprisionaba. Nuestro viajero experimentó la dulce sorpresa del que tropieza con un tesoro.

Parecia que se resistia á morir mientras no pudiera elegir por mismo el parage donde habia de descansar su cuerpo; y sin embargo, el nicho de jaspe reservado para su sepulcro y para su estátua estaba ya bruñido.

Entonces sentía Rafaela grandes veleidades de plantarle; pero, como era caritativa y estimaba además como gloriosa producción de su ingenio y de la energía de su voluntad todos los progresos y mejoras de un espíritu cultivado por ella, resistía a la tentación de plantar a Arturito.

Decíale doña Lupe que inventase algún específico, alguna papa cualquiera o antigualla que con nombre peregrino y nuevo pasase por prodigioso hallazgo; pero él se resistía porque lo consideraba impropio de la ciencia.

Aparte de esto, no estaba seguro de que ahora dijese verdad... Todo en ella era falso. Ni siquiera conocía con certeza su verdadero nombre y su existencia pasada... ¡Márchate! rugió con tono amenazador . ¡Déjame en paz! Tendió sus poderosas manazas hacia ella viendo que se resistía á obedecer.

Parecía un juguete en manos de gigantes; pero resistía maravillosamente. Con su pequeña vela saltaba con agilidad de ola en ola, como si fuera un barco insumergible, y subía y bajaba por las montañas de agua, intrépida y ágil como una gaviota.