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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Esta «paquetería» en un hombre habitualmente sencillo y demócrata, aunque adversario de Lisandro, es objeto de abundantes comentarios. «Vadarkblar ganará» repite todo el mundo; el jaquet y la galera del propietario son prendas de seguridad.

¡Bendito sea el poderoso Alá! -dice Hamete Benengeli al comienzo deste octavo capítulo-. ¡Bendito sea Alá!, repite tres veces; y dice que da estas bendiciones por ver que tiene ya en campaña a don Quijote y a Sancho, y que los letores de su agradable historia pueden hacer cuenta que desde este punto comienzan las hazañas y donaires de don Quijote y de su escudero; persuádeles que se les olviden las pasadas caballerías del ingenioso hidalgo, y pongan los ojos en las que están por venir, que desde agora en el camino del Toboso comienzan, como las otras comenzaron en los campos de Montiel, y no es mucho lo que pide para tanto como él promete; y así prosigue diciendo: Solos quedaron don Quijote y Sancho, y, apenas se hubo apartado Sansón, cuando comenzó a relinchar Rocinante y a sospirar el rucio, que de entrambos, caballero y escudero, fue tenido a buena señal y por felicísimo agüero; aunque, si se ha de contar la verdad, más fueron los sospiros y rebuznos del rucio que los relinchos del rocín, de donde coligió Sancho que su ventura había de sobrepujar y ponerse encima de la de su señor, fundándose no si en astrología judiciaria que él se sabía, puesto que la historia no lo declara; sólo le oyeron decir que, cuando tropezaba o caía, se holgara no haber salido de casa, porque del tropezar o caer no se sacaba otra cosa sino el zapato roto o las costillas quebradas; y, aunque tonto, no andaba en esto muy fuera de camino.

El Conde protesta vanamente no haber tenido jamás con la Infanta relaciones de tal especie; el Rey no hace caso de ellas, y repite sus órdenes. Enrique cae en tierra como herido por el rayo: por una parte, el deber más sagrado de un vasallo es la obediencia á su señor; por otra, el asesinato de una esposa amada es un hecho superior á las fuerzas humanas.

QUINTA POSICION. Sentandose sobre los talones y poniendo las manos sobre los muslos se gríta: ¡Dios mui grande! SESTA POSICION. Se postra como antes diciendo: ¡Dios mui grande! SEPTIMA POSICION. Vuélvese á poner de pie, y si es posible, sin poner las manos en tierra, y se repite la esclamacion: ¡Dios mui grande!

Sabido es que las mezquitas no tienen campanas: los Almuedanes llaman á la oracion á los fieles desde los terrados ó galerías de los alminares, y esto se repite cinco veces cada dia. Las oraciones ó azalas son: Azohbí, la del alba; Adohar, la del mediodia; Alasar, la de la larde; Almagrib, la del sol poniente; y Alatema, la del anochecer.

Nuestro actor que ya ha llamado la atencion de todos cree, que ceder sería rebajarse y se agarra á la butaca mientras repite su contestacion á la pareja de la Veterana que fué á llamar el director.

Genoveva tiene razón, Magdalena. Conozco personalmente solteras, contemporáneas mías, cuya juventud se ha pasado en repetir a todas sus relaciones: «Cáseme usted... Por Dios, encuéntreme usted un marido... No se olvide usted de Esto se repite al principio con compasión, después con un dejo de burla y luego con un desdén acentuado.

Trasladaré solamente algunas opiniones peregrinas. «Belarmino hubo de inventar su lenguaje porque carecía de instrucción, de lecturas. De haber leído desde la infancia variedad de autores clásicos, ¿cómo habría llegado a hablar y escribir Belarmino? Max Muller repite incontables veces, y lo prueba otras tantas, que pensamiento y lenguaje son idénticos.

Y nuestro sabio atraviesa el salón y se dirige al grupo contrario, donde sufre el mismo examen por parte de la inspección facultativa del gobierno, y se repite con ninguna variante la escena anterior. Al devolverle la papeleta le dicen también: Vaya V. allí enfrente. Ya he estado. Entonces vaya V. al Índice... la primera puerta a la derecha.

Deseamos el pasado glorioso, los brillantes siglos de los Reyes Católicos, de don Carlos y de los dos Felipes, y a ellos nos dirigimos cuando hablamos de que España vuelva a sus buenos tiempos. Pues esos siglos, don Antolín dijo Gabriel con calma , son los de la decadencia española; en ellos se inicia nuestra ruina. No me extraña su indignación: usted repite lo que le han enseñado.

Palabra del Dia

bagani

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