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Actualizado: 27 de julio de 2025


Se calló. Acababa de ver el estudio de la virgen del bordado y le examinaba con aire cuidadoso. De una ojeada había reconocido el terraplén de la quinta del tío Guichard, en el que había jugado durante toda su infancia. Y en aquella joven inclinada hacia la callejuela y rodeada de follaje, volvía á encontrar á la desposada cuya cara había cambiado Mauricio por un repentino capricho. ¡Una extraña coincidencia, verdaderamente, y muy á propósito para alarmar á Roussel!

Ella le había tratado de usted hasta este momento, por miedo á ser oída y por mantenerle á distancia, como si hablase con un amigo. Pero la tristeza de su amante acabó con su frialdad. No; yo te quiero á ti... yo te querré siempre. La sencillez con que dijo esto y su repentino tuteo infundieron confianza á Desnoyers. ¿Y el otro? preguntó con ansiedad.

Al sentir un roce en el cuello, Fernando de Ojeda soltó la pluma y levantó la cabeza. Una palmera enana movía detrás de él con balanceo repentino sus anchas manos de múltiples y puntiagudos dedos. Para evitarse este contacto avanzó el sillón de junco, pero no pudo seguir escribiendo.

Riose también Jacinta; pero su corazón sintió como un repentino golpe, y se le nublaron los ojos. Con la risa del gracioso chiquillo resurgía de un modo extraordinario el parecido que la dama creía encontrar en él.

Y ella, adivinando que este acercamiento repentino sólo era por el deseo egoísta de no verse solo, burlábase de sus aventuras en el buque. A usted, paisano, únicamente le interesa lo extranjero. No tiene ni una mirada para lo de casa... ¡Claro! Las de la tierra somos poco distinguidas, no tenemos chic, como dicen esas señoras que hablan con Isidro. Fernando la miró con interés creciente.

Cambiamos un apretón de manos y no hubo más. La de Ribert, a quien encontré al salir de la Catedral, me dio broma amablemente sobre mi repentino desencanto respecto de nuestros estudios... Protesté, pero débilmente y sin convicción. Para explicar mi cambio de actitud alegué unos trabajos urgentes de pintura.

¡Cómo se burlarían, si conocieran la verdad, aquellos calaveras que en el Casino relataban sus aventuras amorosas teniendo siempre por prólogo el repentino empujón, la lucha, la posesión violenta a brazo partido al borde de una senda, bajo un naranjo o en el rincón más obscuro de una casa!

No si existe, en otra parte que en las comedias, aquello de las corazonadas o del flechazo amoroso, repentino e irremediable, pero lo cierto es que este diálogo, en medio de las luces y de las flores del salón, bastó para que los dos primos se entendieran, y en el apretón de manos con que pusieron punto final a la entrevista, se dijeran muchas cosas, que los labios no habían osado proferir.

¿Es un secreto tan grande? ¡No, hombre!... Hice un telegrama que había prometido a Clota. La fisonomía de Ricardo se nubló intensamente, y aun cuando las sombras de su espíritu no hubieran asomado al semblante, su repentino silencio las habría delatado.

Por un movimiento repentino, y cediendo al influjo poderoso de sus últimas reflexiones, el duque salió de su gabinete y se encaminó a las habitaciones de su mujer. Entró en ellas por una puerta secreta. Al aproximarse a la pieza en que la duquesa solía a pasar el día, oyó hablar y pronunciar su nombre. Entonces se detuvo.

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