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Actualizado: 11 de julio de 2025


Estas recalcitrantes no han renunciado al matrimonio; son los pretendientes los que no han querido presentarse. Por una parte, el dote era tan pequeño y tan desproporcionado con la fortuna, que era imposible que los hombres de buen sentido se arriesgasen a la gran aventura del matrimonio con semejantes jóvenes.

«¡Ay, las mujeres!...» Y Jaime erguía su cuerpo de varón forzudo, algo encorvado de espaldas por el exceso de estatura. Hacía tiempo que había renunciado a interesarse por ellas.

Aquestos Guaraníes se han mestizado Y envuelto con mil gentes diferentes, Y el nombre Guaranì han renunciado, Tomando otro por casos y accidentes. All

Leed estas niñezes, començad en este Christus, que él os enseñara mejor como aveys de passar las vuestras. El os guardeDe las líneas anteriores pudiera deducirse que Lope había renunciado por completo á la poesía mundana. No fué así, sin embargo.

A la última había renunciado; no a la primera, que seguía adorando con el mismo pudibundo y candoroso culto de los treinta años. Ni un solo vetustense, aun contando a los librepensadores que en cierto restaurant comían de carne el Viernes Santo, ni uno solo se hubiera atrevido a dudar de la castidad casi secular de don Cayetano. No era eso.

María Teresa demostraba, a pesar suyo, alguna frialdad, y Diana fastidiada por este silencio, no se atrevía a iniciar el único motivo de conversación que la interesaba. La campana de jardín anunció una visita; Diana se levantó, curiosa, y volvió precipitadamente hacia su prima. ¡Ah, esto es demasiado! ¡Adivina quién está ahí! ¡Martholl mismo! ¡Ha dejado a Alicia y renunciado a su bicicleta!

Me parece que está usted preocupado. Mario lo negó. Vamos, algún disgustillo matrimonial. ¡La ley, querido, la ley! Si el matrimonio no fuese más que el placer, ¿quién no se casaría? Pero entiendo que ante todo es sacrificio y que sólo conviene a los hombres virtuosos. Por eso yo, que no me tengo por tal, he renunciado a sus placeres como a sus dolores.

Había renunciado al bridge en la noche anterior por falta de compañeros, refugiándose en el poker forzosamente, y cuando después de perder cien marcos empezaba a recobrar su dinero, la invasión de una tropa de locos le expulsaba del café como a las demás «personas serias». Y usted, señor Maltrana, no es un niño, y debía dejar para los muchachos estas hazañas impropias de su edad.

Y el otro, abriendo los brazos con una expresión de desaliento, dijo: Soy su dueño; soy el marido de la condesa Titonius. Después de tal revelación, creyó oportuno Robledo abandonar su asiento, guardándose el cigarro que iba á encender. Al volver á los salones vió que todos aplaudían ruidosamente á la poetisa, convencidos de que por el momento había renunciado á decir más versos.

Estamos aquí por casualidad; pues, de paso, ha querido experimentar estos manantiales que el año pasado dieron resultados excelentes al mariscal Soult; pero después de algunos baños, que no le han servido de nada, ha renunciado a ellos y saldremos dentro de pocos días para los Pirineos. Confío que usted se vendrá con nosotros. Me incliné respetuosamente. ¿Dónde se hospeda usted en Mont-Doré?

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