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Las personas de edad solían ser repertorios vivos de procedimientos ridículos para prevenir y para remediar males y peligros reales e imaginarios.

Fortunata no sabía lo que quiere decir cinismo, y se calló. «Todo induce a creer que usted se prepara a reincidir, y que no hay quien le quite de la cabeza esa maldita ilusión». El gran suspiro que dio la otra confirmó esta suposición mejor que las palabras. «De modo que, aun viéndose perdida y deshonrada por ese miserable, todavía le quiere usted. Buen provecho le haga». No lo puedo remediar.

Son tonterías de la juventud... cuestión de amores, contestó ruborizándose un poco. Pues cuente V. esas tonterías. Me muero por ellas: no lo puedo remediar, me gustan más esas cosas que la reforma de la ley Hipotecaria de que V. me habló ayer. No soy poeta, D. Ramón; soy crítico.

Oh, Señor mío!, dije yo entonces, ¡a cuánta miseria y fortuna y desastres estamos puestos los nascidos, y cuan poco duran los placeres de esta nuestra trabajosa vida! Heme aquí, que pensaba con este pobre y triste remedio remediar y pasar mi laceria, y estaba ya cuanto que alegre y de buena ventura.

Ellos velaban por los intereses de la casa y él, que no era más que un simple pecador, limitábase a recibir sus inspiraciones. A ellos se debía la buena suerte de los primeros Dupont, y don Pablo se desvivía por remediar con su fervor la tibieza religiosa de sus ascendientes.

Sabe la ineficacia del esfuerzo individual para remediar las miserias humanas: una gota perdida en el Océano, un grano de arena en la playa. Pero ¿qué importa?... Se contenta con hacer la dicha de cincuenta desgraciados entre los centenares de millones que pueblan la tierra. Luego piensa en su situación actual. Desde la mañana ha resuelto su modo de vivir.

-Yo soy -respondió don Quijote-, que vengo a suplir tus faltas y a remediar mis trabajos: véngote a azotar, Sancho, y a descargar, en parte, la deuda a que te obligaste. Dulcinea perece; vives en descuido; yo muero deseando; y así, desatácate por tu voluntad, que la mía es de darte en esta soledad, por lo menos, dos mil azotes.

El anciano alguacil se encogió de hombros filosóficamente. Nada, señor; será en casa de Patina Santa. ¿Y cómo se atreven esas pendangas?... Vamos allá, Marcones, vamos acto continuo. «Acto continuo» era una frase de la que usaba y abusaba don Roque. Simbolizaba para él la energía, la decisión, la rapidez de la autoridad para remediar todos los daños.

Necesario era todo su mal corazón para dejar a una hermana en el sufrimiento, pudiendo remediar sus penas con algunos de los papelotes mugrientos que a fajos dormían en el viejo secrétaire de su alcoba. Pero no había que pensar en semejante hombre. Bastantes veces la había humillado con rotundas negativas. Otro de los que no se podía contar para salir de la situación era su hijo Juanito.

Esto de tener que decirle: no hay de qué, cuando uno tendria más gana de darle un cachete, ó de soltarle una tremenda, será indudablemente muy francés; pero no tiene pizca de español. Confieso que no lo puedo remediar, por mas que procuro contenerme y acomodarme á la necesidad de respetar lo que aquí se respeta.