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Actualizado: 10 de junio de 2025
Como decorativo, lo era; para aparecer colgado en el crucero de una iglesia estaba muy bien; pero no andaba en el agua. Así son muchas de nuestras cosas. Para mitigar este fracaso, Shacu se avino, por consejo de Caracas, a prestarnos una chanela de Zapiain, el relojero y corredor de comercio. Esta chanela, que Shacu guardaba, se llamaba el Cachalote.
El marqués de * acaba de llegar de París, quería mandarla a limpiar, y no conociendo a ningún relojero en Madrid, le prometí enviársela al mío. Sigue. Pero mi suerte lo dispuso de otra manera: tenía yo aquel día un compromiso de honor; la baronesita y yo habíamos quedado en ir juntos a Chamartín a pasar un día; era imposible ir en su coche; es demasiado conocido... Adelante.
Sí, señora; una de estas platerías de puntapié, que todo lo que tienen no vale seis duros. No la conozco; se ha puesto hace poco; pero yo me enteraré. Aspecto de pobreza. Se entra por una puerta vidriera que también es entrada del portal, y en el vidrio han puesto un letrero que dice: Especialidad en regalos para amas... Antes estaba allí un relojero llamado Bravo, que murió de miserere.
Nuestra aventura fué muy sonada en Lúzaro; todo el mundo se enteró, y hubo que pagar el Cachalote a Zapiain, el relojero y corredor de comercio. Para nosotros no era cosa de avergonzarnos; los chicos nos admiraban. Yo conté de mil maneras distintas las impresiones que se experimentaban en la cueva del Izarra y demostré que en ella no había nada maravilloso, sino restos del paso de contrabandistas.
El cual, acompañado de Serafina y del barítono, entraba en el salón cuando acababa de cantar una romanza italiana un aficionado de la localidad, de oficio relojero, y tenor suprasensible, como le llamaban los chuscos, porque cuando tenía que subir a las notas más altas desaparecía su voz, como si la llevasen en globo al quinto cielo, y no se le oía por más que gesticulaba; parecía estar hablando desde muy lejos, desde donde podía ser visto, pero no oído.
En la puerta iba ya el relojero, y todavía le estaba diciendo el maestro de música malas palabras: «¡traidor! ¡venal! ¡chino espurio! ¡espía de los tártaros!» Porque estos maestros de música de las cortes no quieren que la gente honrada diga la verdad desagradable a sus amos.
Más sabe el loco en su casa...» Don Álvaro no se apresuraba. «Esta vez estaba seguro». Pero no quería brusquer según pensaba él en francés un ataque. «La teoría del cuarto de hora era una teoría incompleta». Algo había de eso, pero en ciertos casos los cuartos de hora de una mujer sólo los encuentra un buen relojero. Pensaba dejar que pasara la Cuaresma.
Antes de esta fecha, en 1576, era relojero de San Marcos y San Lorenzo el maestro Diego Flamenco, quien percibió por el cargo de concertar los relojes 18.000 maravedís anuales, y en 1589 pruébase que el Cabildo tenía algo abandonado atender á cargo tan importante, por el siguiente documento inédito: «Juan Salado y Matías del Monte, relojeros; decimos que por mandato de vuestra señoria tenemos encargo de concertar los relojes desta ciudad como maestros en dicho arte los cuales habemos concertado, y gastado nuestro dinero en aderezarlos.
»El relojero Chaves murió años hace; pero queda la relojería donde siempre estuvo, tres puertas más abajo del bazar, lo mismo que usted la conoció. Su hijo, es decir, el del relojero, que es quien está al frente de ella, sabe tal cual su obligación; y, lo mismo que su padre, hace y vende jaulas y ratoneras, y compone cerraduras finas y rosarios, y cura por el método Le-Roy, muy acreditado aquí.
En una de las esquinas de la pieza, ocupando a lo sumo un espacio de metro y medio cuadrado, un joven suizo había instalado su vidriera y su mesita de relojero. Más de una vez tuve el impulso de ir a conversar con el pobre relojero; pero a mi vez, estaba tan nervioso e irascible, que acabé por fastidiarme hasta del infeliz que tenía delante.
Palabra del Dia
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