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Actualizado: 23 de junio de 2025


No sabían hacerlo sino los que de antiguo tenían la costumbre de manejar aquel artículo, por lo cual muchas damas, que en algún baile de máscaras se ponían el chal, lo mandaban al día siguiente, con la caja, a la tienda de Gumersindo Arnaiz, para que este lo doblase según arte tradicional, es decir, dejando oculta la rejilla de a tercia y el fleco de a cuarta, y visible en el cuartel superior el dibujo central.

¿Escribirás hoy mismo á ese señor dando por terminadas para siempre las locuras? , Padre. Muy bien: vamos á la absolución. Y musitando sus latines, el Padre Paulí bendijo á la joven al través de la rejilla: después sacó la mano por el frente del confesonario para que se la besase.

El piano estaba colocado debajo de los arcos, igual que la sillería de damasco azul, bastante usada. Fuera, al lado de las macetas, no había más que sillas de rejilla y algunas mecedoras. Acomodadas en ellas estaban unas cuantas damas con trajes claros y ligerísimos, que charlaban y reían de modo atronador. Era una algarabía insufrible, que no se apagó un punto a nuestra entrada.

En aquel acto, todo lo que constituye la entidad moral había desaparecido con total eclipse del alma de la infortunada mujer; no había más que el impulso físico, y lo poco que de espiritual había en ello, engañábase a mismo creyéndose simple curiosidad. Aplicó el oído a la rejilla... Pues , la persona, el ladrón o lo que fuera, continuaba allí.

No hacíamos otra cosa que dirigir vivas ojeadas a la rejilla, esperando cuándo el catalán levantara la vista y echaba de menos los bártulos. Al cabo de algunos minutos, no pudiendo sufrir más tiempo tal congoja, decidí acabar de una vez. Señor Puig... nosotros, con la mejor intención del mundo, le hemos hecho un flaco servicio... El catalán me miró con inquietud y me turbé un poco.

Con todo, un punto suspiró quedito, estremeciéndose. El frío de la noche penetraba, aun cerrados los cristales, a través de las rendijas. Levantose el viajero, y sin mirar que en la rejilla había un envoltorio de mantas, abrió su propio maletín y sacó un chal escocés, peludo, de finísima lana, que delicadamente extendió sobre los pies y muslos de la dormida.

Josefina, que en materia de vestir era radical, llevaba la moda nueva en todo su rigor, con túnica de seda negra adornada de bellotas de pasamanería, cayendo sobre redonda falda de glasé azul. Un velo de rejilla formaba a su rostro la misteriosa aureola de un confesionario, y los cuernos de su peinado bajaban con gracia y simetría hacia la nariz.

Las sillas numerosas, siendo de notar que no se encontraban dos de una misma clase: era una escala que recorría desde la forrada de vaqueta con respaldo tallado, hasta la moderna de rejilla. En el suelo y arrimados á la pared había varias hileras de frascos de todas formas y tamaños, y esparcidos en curioso desorden yacían no pocos libros forrados en pergamino.

¿Quiere usted que sea hoy mismo? ¿Después de haber recibido al Señor?... Bien: porque usted lo dice. Será un nuevo sacrificio. Callaron un instante el confesor y la penitenta. Doña Cristina volvió la cabeza, como si descansase antes de entrar en la segunda parte de su confesión; y al ver tan próxima á Pepita, fijos en el devocionario sus ojos cándidos, se pegó más á la rejilla.

Las dos beatas se alejaron en busca de otro confesonario menos concurrido. Realmente á ellas les agradaba poco el Padre Paulí á pesar de su fama. Siempre escuchaba con impaciencia, cuando á través de la rejilla percibía el olor agrio de las mantillas viejas. Mostraba prisa con aquellas intrusas que se mezclaban en su elegante rebaño.

Palabra del Dia

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