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Actualizado: 3 de junio de 2025
Y no dejaron de reírse del deseo de Sanchica, y más cuando Teresa dijo: -Señor cura, eche cata por ahí si hay alguien que vaya a Madrid, o a Toledo, para que me compre un verdugado redondo, hecho y derecho, y sea al uso y de los mejores que hubiere; que en verdad en verdad que tengo de honrar el gobierno de mi marido en cuanto yo pudiere, y aun que si me enojo, me tengo de ir a esa corte, y echar un coche, como todas; que la que tiene marido gobernador muy bien le puede traer y sustentar.
¡Pues yo le digo que me río de esa sociedad, de ese ingeniero y de usted que me viene con semejantes embajadas! exclamó aquél, aunque sin reirse como afirmaba, sino presa de un furor insano. Yo no hago más que cumplir un encargo, D. Félix... La sociedad quisiera entenderse con usted en buena armonía... ¡Le digo á usted que me río de esa sociedad! gritó D. Félix enteramente descompuesto.
No hay que reírse... hay huelgas... revoluciones... y muchas otras calamidades... No sería la primera vez que se viera derrumbarse una importante casa industrial. Las huelgas y las revoluciones parecieron a Huberto peligros bastante problemáticos, lo cual tranquilizó su espíritu.
Pero como ella no tenía ganas de reírse, no se rió. Guardó distraída el juguete y dio las gracias a su amigo, preguntándole después: Dime, Ramoncito, ¿crees tú que en este mundo hay hadas? Ramón abrió tamaños ojos, se puso muy serio, metiose ambas manos en los bolsillos del pantalón, y repuso: Yo creo que en este mundo no hay hadas, niña Lita.
Y mi amo, el señorito Luis, con toa su fachenda y el mujerío de pendones que se trae en derredor... ¡ná tampoco! El más rico de Jerez soy yo, que se llevará al cortijo una morenucha fea, que está cieguecita porque a la pobre apenas se le ven los ojos, y que tiene el defecto de que al reírse se le jasen en la cara unos joyitos muy monos, como si estuviera picá de viruelas.
En el hecho de que mi cliente fue amenazado, y que, a pesar de no haberlo comunicado a nadie más que a mí y reírse de las precauciones que yo le indiqué, vivía constantemente temeroso de ser asesinado. ¡Extraño! exclamé. ¡Muy extraño! Nada le dije de esa notable carta que había encontrado en el equipaje del muerto.
Encontrose en la segunda con una tosca e irrecognoscible imagen, que sin duda le representaba, pues abajo tenía la siguiente leyenda: «Retrato de monsieur Jaccotot, por el autor». Al verse tan mal representado, el profesor no pudo menos de reírse, y pasó a la siguiente hoja... La clase seguía en su silencio de curiosidad y expectativa...
Pues yo pensaba que esas redondillas tan vigorosas necesitaban grandes martillazos. D. Laureano y Mario volvieron la cabeza para reírse. Adolfo Moreno metió la cara por el periódico para hacer lo mismo. Usted siempre de broma, amigo Rivera dijo el poeta, avergonzado. El café estaba en su momento álgido.
Al fin, el capitán acabó por reírse de las recomendaciones de Freya. «¡Mentiras suyas!... Invenciones para interesarme y que la lleve conmigo. ¡Ah, embustera!» Una mañana, al pisar la cubierta de su vapor, Tòni se acercó á él con aire misterioso. Su rostro tenía una, palidez de ceniza. Cuando estuvieron en el salón de popa, el segundo habló en voz baja, mirando en torno de él.
No, no; es á ti á quien han llamado. Demetria, Demetria dijo la voz de afuera. ¿Lo oyes?... Abre, hija mía, abre á ese galán, que acaso venga de lejos y tenga necesidad de descansar un rato manifestó la madre rebosando de orgullo. Yo no abro, madre. El que está ahí afuera sin duda quiere reirse de mí porque soy niña.
Palabra del Dia
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