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Actualizado: 16 de junio de 2025


Eso podía decirse fácilmente, a impulsos del cariño, pero era imposible realizarlo. ¡Cortarse la coleta a los treinta años! ¡Cómo reirían los enemigos! El «no tenía derecho» a retirarse mientras estuviesen enteros sus miembros y pudiera torear. Jamás se había visto este absurdo.

No, por Dios, que no sueñen que hablamos de estas cosas.... Se reirían de y dirían que parecemos un club. ¿No sabe usted alguna noticia? ¿Qué me cuenta usted del prestidigitador que trabaja en el teatro? ¿El húngaro? ¡Bah! Como todas esas funciones.... Muy pesado, mucho cubilete y los pistoletazos de cajón.... ¡Pistoletazos! Los odio: me asustan atrozmente.

Parecía imposible que un mocetón con unas barbas que causaban espanto fuese tímido como un seminarista. ¡Y pensar que todos tenían valor en tales casos, todos, hasta Andresito, aquel pazguato que se declaró a Amparo con la mayor facilidad...! ¡Cristo! ¡Cómo se reirían de él sus hermanas si conocieran sus timideces!

Sin duda, dixo Zadig, que debe ser un gusto exquisito esto de quemarse viva. Ha, la naturaleza se estremece, dixo la dama, pero no tiene remedio. Soy devota, y perderia la reputacion que por tal he grangeado, y todos se reirian de si no me quemara.

Después pensé que sería un paso muy salado que se presentase ella en la cercana casa de Céspedes diciendo que hicieran el favor de darle un duro, siquiera se lo diesen a préstamo. Seguramente, se reirían de tan absurda pretensión, y la pondrían bonitamente en la calle.

La delicadeza y la elegancia del príncipe republicano parecían irritarlas. Repetidas veces oyó ella al pasar palabras gruesas contra los «emboscados». La idea de que su hermano, que no era francés, estaba batiéndose, le hacía aún más intolerable la situación de Lacour. Tenía por novio á un «emboscado». ¡Cómo reirían sus amigas!...

Habían apostado más de ochenta mil duros, ¿é iban á dejarlos entre las uñas llenas de tierra de aquella gente? ¡Cristo! ¡Cómo se reirían de los mineros!... Los más furiosos saltaron la cuerda, y haciendo retirarse á los acompañantes del Chiquito, se colocaban á ambos lados quitándose las chaquetas y las boinas.

Ciertos recuerdos del pasado volvieron a él, haciéndole sonreír. ¿Qué diría miss Mary si le viese rodeado de esta gente rústica, tembloroso y vacilante al pensar en la proximidad de una muchacha campesina?... ¡Cómo reirían sus antiguas amigas de Madrid y de París al encontrarle en esta traza de campesino, dispuesto a matar por la conquista de una mujer casi igual a sus criadas!...

Adivino de su próxima muerte, el Rey veía arrebatado a su sucesión directa aquel trono que quiso asegurar con el absolutismo. ¡Y era el absolutismo quien le destronaba! ¡La fiera a quien había alimentado con carne humana, para que le ayudara a dominar, se le tragaba a él, después de bien harta! ¡Cómo se reirían en sus tumbas, si posible fuera, los seis mil españoles que subieron al patíbulo para servir de cebo a la mencionada fierecita!

Podía ser golpeado, escupido; permanecería siempre igual; guiñaría los ojos con mayor ligereza, y nada más. Al día siguiente, todos se reirían de aquella cara: los colegas, los discípulos, los porteros. Su mujer se reiría también. Hubiera querido encolerizarse, llorar, romper el espejo, hacer algo violento; pero su alma estaba vacía, sin vida.

Palabra del Dia

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