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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Cruz y despues ocho sacerdotes reuestidos, del Real Convento de San Pablo de esta Ciudad, a quienes doy fe conozco y tomaron sobre sus hombros los quátro de ellos las paríguelas, en que iba puesto el SSmo. Sacramento, en vna Custodia, y reconoci no yr persona alguna debaxo de las dhas pariguelas, y andubo la dha. procesion al reedor del dho.

Pasado el primer deslumbramiento, miré mejor y vi que allá, en el fondo de la pieza, me aguardaba Nanela. Aunque jamás la viera ni oyese hablar de ella, yo la reconocí en seguida. Era Nanela. Era una alta y hermosísima mujer pálida la más alta, más hermosa y más pálida mujer del mundo, toda vestida de blanco, sin joyas, flores ni cintas, llamada Nanela.

Y después me encontré en mi cuarto, adonde Roberto me había llevado. ¿Cómo describir mi espanto cuando reconocí en el espejo mi cara descompuesta, cubierta por el sudor de la angustia, la carcajada que solté, el horror que me causó mi propia risa, mientras que, desfalleciente, oía resonar en mis oídos el deseo, repetido por todas partes por mil voces celosas que se reían burlonamente y cuchicheaban: «¡Oh, si ella muriera

El aliento me faltó, flaquearon mis rodillas; pero el fantasma despidió de un pequeño resplandor, semejante al que produce un fumador en una escalera tenebrosa aspirando el humo de su cigarro, y a su escasa luz reconocí brevemente a Asmodeo, héroe del Diablo Cojuelo.

Pero contuve mi mano, debido a que reconocí que en este asunto, en vista de su gravedad, sólo podría ayudar a Mabel permaneciendo escondido y utilizando lo que sabía en favor de ella. Sin duda Mabel se había creído, en su inexperiencia juvenil, enamorada de ese hombre, pero ahora el horror de la situación se le presentaba en toda su vívida realidad y se veía envuelta y pillada sin esperanza.

el látigo del postillón, anunciándome que un coche acababa de llegar; entreabrí las cortinas, y cuando el polvo se hubo disipado, vi una silla de postas inglesa del gusto más exquisito. ¡Pero cómo se harán ustedes cargo de mi sorpresa y del temblor que se apoderó de , cuando reconocí a Carlos al lado de una señora joven y extremadamente bella!

Reconocí también que hacía mucho tiempo que el amor, si es que existió alguna vez, había desaparecido entre ellos, y que la única idea que dominaba en el pensamiento de ese hombre, era sacar provecho de su unión con ella, abusar y explotarla vilmente, como tantas mujeres ricas y de elevada posición son en este mismo momento víctimas de iguales infortunios en Inglaterra.

Hallábame ocupado en poner a D. Alonso una venda en el brazo, cuando sentí que apoyaban una mano en mi hombro; me volví y encaré con un joven alto, embozado en luengo capote azul, y al pronto, como suele suceder, no le reconocí; mas contemplándole con atención por espacio de algunos segundos, lancé una exclamación de asombro: era el joven D. Rafael Malespina, novio de mi amita.

Algunos días antes de su regreso, pensando en ella y eso me sucedía cada minuto, recapitulé los cambios que se habían operado en mi ánimo y me quedé estupefacto. El corazón lleno de secretos, el espíritu conmovido por atrevidos impulsos, el ánimo cargado de experiencia antes de haber conocido nada, me reconocí absolutamente diverso de como era cuando de se había separado ella.

Reconocí aquella mirada que en el teatro me advirtió que estábamos en peligro; y llevándolo todo hasta el extremo, pedazo a pedazo me arrojó, por decir así, su corazón a la cabeza, como había hecho aquella noche con su ramillete.

Palabra del Dia

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