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Actualizado: 7 de junio de 2025


Un criado de cabellos grises vestido de negro, que hallé en el vestíbulo, tomó mi nombre: fuí introducido algunos minutos después en un vasto salón colgado de amarillo, donde reconocí desde luego á la joven que acababa de ver en la ventana, y que seguramente era de una extrema belleza.

He encontrado entre las hojas de una Mitología ilustrada, pedacitos de yerba de Loreto... eran polvo; papeles escritos en que reconocí mis garabatos de niña... y un marinero dibujado por mi pluma que, según la leyenda que tiene al pie, era Germán.

Cabalgando un día entre Flavia y Sarto, vimos acercarse un coche descubierto tirado por dos caballos, en el cual iba un pomposo personaje que echó pie a tierra y me saludó profundamente. Entonces reconocí al jefe de policía de la capital. Puedo asegurar a Vuestra Majestad me dijo, que estoy haciendo cumplir al pie de la letra las órdenes dictadas contra el duelo.

Cuando nosotros entramos, parecía meditar profundamente no qué pasaje de un libro abierto sobre su pupitre; al aproximarme reconocí en aquel libro una de las obras maestras de nuestra metafísica, obra maestra, en efecto, de toda la aridez de corazón aliada a toda la presunción de espíritu.

Luego fué explicando cómo en mitad de su camino, cuando iba directamente hacia el rancho de Manos Duras, sin pasar por su estancia, vió venir hacia él un jinete que galopaba á rienda suelta. Sacó el revólver para detenerle, pero no hizo uso del arma al fijarse en su aspecto. Era como una mona sobre un caballo, y reconocí en esta mona á Cachafaz.

Y antes de que siquiera tuviese el tiempo de sospechar mi intención, me apoderé del arma, que tenía oculta entre varios libros. Ahora no se matará usted, no afrontará la ira de Dios, y podrá usted también correr en busca de nuevas caricias. Desde ese momento ya no la reconocí.

No me cabía duda, era ella misma: en su semblante, adelgazado y pálido, habían impreso terribles huellas los sesenta días de incesantes pesares transcurridos desde el 2 de mayo; pero la reconocí, a pesar de la escasísima luz del locutorio, y la hubiera reconocido en la obscuridad de las entrañas de la tierra.

En aquella voz reconocí la del capitán. , aquí estoy esperándoos le dije. Pues ven conmigo y no te detengas, que el viento es favorable y vamos á zarpar. Acerquéme á él, y él me asió de una mano y me llevó hasta la barca. Su mano temblaba. Luego me asió de la cintura para meterme en la barca. Sus brazos temblaban también, y su corazón latía con fuerza.

Lo presentí cuando me dijeron que Vd. había llegado al lugar: lo reconocí cuando vi a Vd. por vez primera. Pero como mi imaginación es tan estéril, el retrato que yo de Vd. me había trazado no valía, ni con mucho, lo que Vd. vale.

Avanzada la noche regresé a Bailén, donde me causó sorpresa ver una triste procesión compuesta de tres mujeres vestidas de negro, a las cuales seguían hasta media docena de hombres, llevando por delante dos criados con sendos farolillos para alumbrar el camino. Acerquéme y reconocí a D.ª María, con sus dos hijas, las tres cubiertas con negros mantones, muy afligidas y llorosas.

Palabra del Dia

rigoleto

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