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El buque se alejó con sus trompetitas brillantes en lo alto y la muchedumbre liliputiense alineada en los diversos pisos. Un rayo de sol pálido iluminó su popa durante algunos instantes con reflejos de oro antiguo. Luego, como si el Océano hubiese despertado únicamente para presenciar este encuentro, se restableció la sombra, y algo más denso que la sombra asaltó al Goethe a los pocos minutos.

Entre los que me rodeaban reconocí a algunos marineros del Rayo, les pregunté por Medio-hombre, y todos convinieron en que había perecido. Después quise enterarme de cómo me habían salvado; pero tampoco me dieron razón. Diéronme a beber no qué; me llevaron a una casa cercana, y allí, junto al fuego, y cuidado por una vieja, recobré la salud, aunque no las fuerzas.

¡Ay! no jablá vos puelte, ñora, baká pa di quedá vos cómplice. ¡Ya quemá yo ga el libro que ya dale prestau conmigo! ¡Baká pa di riquisá y di encontrá! ¡andá vos listo, ñora! ¿Ta quedá dice preso Isagani? ¡Loco-loco tambien aquel Isagani, decía el estudiante indignado; no sana di cogí con ele, ta andá pa presentá! O, bueno ga, ¡que topá rayo con ele! ¡Siguro pusilau!

Aquel fantasma era el monstruo tipográfico, horrible caricatura de Guttenberg, que puntual como el diablo cuando suena la hora de llevarse su alma, venía en busca del condenado artículo. ¡El artículo! ¡Mal rayo me parta! ¡Es preciso acabarlo! Y devorado por la ansiedad, trémulo y medio loco, trincó la pluma y ¡hala!

El sol de la inteligencia resplandece en nuestro cerebro, el rayo del amor penetra en nuestro corazón.

Por , no, mamá; puedes estar segura. Con tal que él no extreme las cosas y pretenda que nos demos duchas de agua de Lourdes. ¡Te advierto que a no me ha dicho nada! He ido a misa porque, estando aquí él, me parecía feo... Esta disculpa no exigida, ni siquiera rogada, fue para Pepe un rayo de luz: ya no le cupo duda de que las idas a la iglesia eran obra del otro.

¿Y qué... tendría yo que hacer? preguntó con voz ahogada, quebrada, debil. Una cosa muy sencilla, repuso Simoun cuyo semblante se iluminó con un rayo de esperanza: como tengo que dirigir el movimiento, no puedo distraerme en ninguna accion.

No como la encina, que se levanta orgullosa hasta que el rayo la hiere, sino como las yerbecillas fragantes de las selvas y las modestas flores de los prados, que dan más suave y grato aroma cuando el villano las pisa.

Y al cabo de un rato, su mente saltó de improviso con una idea nueva, expresada en medio de los ahogos de la desesperación, como un rayo que atraviesa las nubes y momentáneamente las horada, las ilumina con sus refulgentes dobleces. «¿Pero qué demonios es esto de la virtud, que por más vueltas que le doy no puedo hacerme con ella y meterla en ?». Entonces advirtió que no había mojado la ropa.

No soy un rayo de la guerra, pero, en fin, he hecho lo que he podido... Pues bien, usted me creerá, si quiere, señor cura, al oír la imponente voz del rey del desierto comprendí estas palabras del Profeta: «Se estremeció mi alma y los pelos de mi cuerpo se erizaronHelado de espanto e incapaz de hacer un movimiento ni de pedir socorro, creía ya sentir los dientes de la fiera cuando desde una ventana abierta me gritó una voz: Baje usted la cabeza.