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Actualizado: 2 de junio de 2025
Pero las agitaciones de la Bolsa, y especialmente las ganancias, amortiguaban en él el pesar del rompimiento. Cuando a fin de mes, cobraba las «diferencias», decíase con extrañeza: «Parece imposible que nos censuren por dedicarnos a una explotación tan cierta. Pero ¡bah! ¡Quién hace caso de esa gente rancia!»
No obstante el remoto cruzamiento indígena que emergía en esta Vargas del Solar, encontraba Isidro en toda su persona una rancia distinción española, un aire de dama acostumbrada al respeto desde su nacimiento, y que, segura de su valía, puede atreverse a ser familiar en el trato y sencilla en sus gustos. «Esta doña Zobeida, medio india pensaba Maltrana , es una señora de Burgos que luego de vigilar las compras de su criada en el mercado entra en una librería para pedir un devocionario "bien cumplido"; una gran dama de Cuenca o de Teruel que por la tarde recibe su tertulia de canónigos y abogados viejos y toman juntos el chocolate, hablando de la corrupción del mundo.» Estos recuerdos evocaban en su memoria a la vieja España, que había dejado huellas imborrables allí donde había descansado sus pies, esparciendo las características de la personalidad nacional por todo el planeta, en las más diversas y apartadas regiones.
La sobrina del Vara de plata volvía a llamarles desde la puerta de su clavería. Ahora vamos, muchacha dijo el cura . Tengo que decirle antes una razón a este señor. La Iglesia española, rancia, como tú dices, ha quedado empobrecida, ¡y aún te parece poca revolución! ¿Qué es lo que tú quieres?, ¿qué es lo que deseas para que esto se arregle?
Muchos conocidos visitaron al recién llegado, y aquel mismo día tuvo éste ocasión de hacer una obra de caridad, mejor dicho, de aprobarla y sancionarla, pues ya estaba hecha condicionalmente por su esposa. Sola había cedido gratuitamente la bohardilla de la casa a las señoras de Porreño, en quienes la rancia nobleza no fue parte a poner un dique a la invasora miseria.
Como hombre de rancia progenie, estaba muy relacionado en toda la provincia, aunque se pasaba años y años sin salir de su aldea; y como elector de empuje, era uno de los más mimados del distrito. De aquí la intimidad que parecía haber entre él y los acompañantes de don Simón. Todos eran veteranos del mismo ejército.
Muchas familias de rancia nobleza habían guardado la propiedad feudal, las grandes extensiones adquiridas por sus ascendientes, con sólo galopar, lanza en ristre, matando moros.
Los pobres son ustedes, los de la Iglesia rancia y tradicional, los de la religión a la española, pues en esto hay modas, y los fieles se van con lo más reciente; pero ahí están los jesuítas, la manifestación más moderna del catolicismo, la «última novedad», que con su Corazón de Jesús y demás idolatrías a la francesa levantan palacios e iglesias en todas partes, desviando el dinero que antes iba a las catedrales y siendo la única demostración de la riqueza del país.
El emperador quería establecer la rancia etiqueta austriaca, pero las matronas mejicanas, al visitar á la joven emperatriz, le decían maternalmente, con una llaneza criolla: «¿Cómo le va, Carlotita?... ¿Qué le parece este país, hija mía?» A impulsos de una franqueza semejante, doña Mercedes terminaba diciendo: Papá, al ver que el Imperio iba mal, reconoció á Juárez y se fué con los republicanos.
Palabra del Dia
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