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Actualizado: 11 de junio de 2025


Hay árboles viejos de enorme tronco que han perdido sus ramas mayores á consecuencia de las tempestades y las han sustituído con tallitos puntiagudos como lanzas: otros conservan completo el ramaje, pero están podridos por dentro; royóles el tronco el tiempo, abriéndoles profundas cavernas y no dejándoles á veces más que una ligera capa de madera cubierta de corteza para sostener todo el peso de la vegetación superior.

Lo mismo que el arroyo del valle y los grandes ríos del llano, el pequeño barranco tiene sus orillas sombreadas por árboles. El álamo blanco se levanta al lado del haya y el abedul; las hojas finamente cortadas del fresno, aparecen por entre dos altos olmos con su ramaje como arreglado por la mano del hombre; el tronco blanco del abedul resalta al lado de la rugosa y sombría corteza de la encina.

Ocultos bajo el ramaje, para librarse de la observación de los aviadores enemigos, los cañones franceses se esparcían por las crestas y mesetas de una serie de montañas. En este rebaño de acero había piezas enormes, con ruedas reforzadas de patines, semejantes á las de las locomóviles agrícolas que Desnoyers tenía en sus estancias para arar la tierra.

A sus pies, la madera de las raíces, que parecía guardar en sus nudos las primeras savias del planeta, abarcaba un radio mucho más grande que el ocupado por el ramaje en el espacio.

Hay un silencio triste, de consuelo, en el prado. Una esquila se queja en los brazos del viento como un poeta triste, eternamente atado al buey de la materia, sin luz ni sentimiento. Las voces pueblerinas de unos chicos se alejan entre el grueso ramaje con que se adorna al río. De su inercia unas rocas parecen que se quejan y la yerba se seca al beso del estío. Otra vez el silencio.

En el bar de los salones privados esperará á los dos, para hablar de las condiciones del encuentro. Permanece inmóvil en su profundo sillón, frente á una ventana dorada por la luz del ocaso, en la que se tejen y destejen los hilos de sombra proyectados por el ramaje inquieto de los árboles. Le parece de pronto que su espera resulta demasiado larga.

Vio agitarse los matorrales como movidos por una bestia obscura, cautelosa y maligna. Allí estaba el enemigo. Primero avanzó la cabeza, luego el busto, al fin sacó las piernas de entre el ramaje crujidor.

Lo que comía era suyo, el vino procedía de su bodega, todo lo que adornaba aquella habitación lo había comprado él, los árboles que extendían su ramaje más allá de la ventana le pertenecían igualmente... Y sin embargo, creyó hallarse en este sitio por primera vez, sufriendo el malestar de la extrañeza y la desconfianza.

También veo esa bahía desde la cima á donde he trepado; allí se extiende el gran abismo azul del Océano, del cual salió la montaña, y al cual volverá tarde ó temprano. Invisible está el hombre, pero se le adivina. Como nidos ocultos á medias entre el ramaje, columbra cabañas, aldeas, pueblecillos esparcidos por los valles y en la pendiente de los montes que verdean.

Cuatro paredes no muy altas, una cruz en el centro, una tejavana humilde a la derecha de la puerta, y en el lado de enfrente media docena de sauces llorones demarcando con sus troncos jorobados un pedacito de tierra, y rozando con las puntas de su lacio y desvaído ramaje el espeso tapiz de nieve que enrasaba toda la superficie del campo santo.

Palabra del Dia

rigoleto

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