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Actualizado: 11 de julio de 2025
Los restos del Orfeo del ramaje se disuelven en el estómago del negro burgués subterráneo. Después de una vida de cinco ó seis semanas, que le parece larguísima, la cantora cae de lo alto del árbol, extenuada por tanta música, tanta poesía, tanta embriaguez ruidosa. El sol seca su cadáver y los transeúntes lo aplastan con sus pies.
Sobre el azul intenso del cielo destacaban las copas verdinegras de algunos pinos; el ramaje, entre morado y carminoso, de los árboles del amor, fingía detalles de fondo japonés, y de los recuadros encharcados se alzaba el olor penetrante de la tierra mojada.
Febrer siguió su camino sin volver la vista, deseoso de oír que alguien venía tras de sus pasos, tomando por misterioso arrastre de perseguidores los leves crujidos del ramaje de los tamariscos bajo la brisa nocturna. Al llegar al pie de la colina, donde los matorrales eran más espesos, se volvió, quedando inmóvil.
Echó a andar por la sombra de una tapia, cruzó dos o tres calles, atravesó una plaza, y metiéndose por pasadizos y solares, para acortar distancias, vino a desembocar en un paseo de olmos, jigantescos, cuyo ramaje se entrelazaba formando bóveda de sombra, bajo la cual, le esperaba, sentada en un tronco derribado, una mujer joven, limpia y graciosa, que tenía delante una cesta, al lado un perro, y en el regazo un niño.
Pero una ojeada á la arboleda, sobre cuyo ramaje asomaban los torreones del castillo, finalizó sus dudas. No, no... «Hay que terminar lo que se empieza.» Se presentaban los últimos grupos de dragones saliendo á la carretera por diversos puntos del bosque. Llevaban sus caballos al paso, como si les doliese este retroceso.
La yerba parecía que se apartaba para darle paso. Nela, hermana mía gritó con angustia Florentina. Adiós, niña de mis ojos dijo la Nela mirándola por última vez. Y desapareció entre el ramaje.
Tampoco en el arte difícil de levantar arcos de ramaje con transparentes para la noche, ni en disparar cohetes velozmente y a plomo. Pues bien; este ingeniosísimo varón, que tanto había regocijado a la villa con sus peregrinas invenciones, hacía ya mucho tiempo que permanecía inactivo.
El piloto, que conservaba una pequeña brújula de bolsillo, los guiaba sin temor a equivocarse, aunque lo intrincado de aquella selva no les permitía seguir un rumbo fijo. Hans y Cornelio, como buenos cazadores que eran, escudriñaban con la vista el ramaje para no desaprovechar la ocasión que se les presentase de hacer un buen tiro. Dejábanse ver de cuando en cuando aves hermosísimas.
El señor de Bevallan, que no se desconcierta fácilmente, desapareció en el monte vecino, donde durante un momento oímos crujir el ramaje; á poco rato volvió armado de un largo vástago de avellano y púsose á despojarle de sus hojas. ¿Por ventura piensa usted alcanzar hasta la otra orilla con ese palo? preguntó la señorita Margarita, cuya alegría comenzaba á despertarse visiblemente.
El invernáculo era otro gran salón de cúpula, ofreciendo magnífico conjunto de enormes jarrones azules realzados por adornos de oro, dobles cajas de plantas, estatuas medio ocultas bajo el ramaje, divanes rodeados de taburetes, y banquillos esparcidos bajo los grandes abanicos de las palmeras, de los bejucos colgantes con sus pálidas flores color de cera, y de las hojas barnizadas y espesas corolas blancas de las magnolias.
Palabra del Dia
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