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El orador continúa y termina al fin, deseando, como el elocuente ayudante de marina, que Sarrió despierte a la vida del progreso, que salga del letargo en que yace, y que de algún modo se manifieste en su recinto la lucha de las ideas, fecunda siempre, y luzca en su horizonte el sol radiante de la civilización.

Sabes que no soy inclinado a hacerme valer. Si tengo cierta estima por mi inteligencia, prescindo por completo de mis prendas físicas, y la atención de que era objeto por parte de aquella radiante belleza hacíame dudar si estaba despierto o sumido en las perfidias de un sueño. Como convenía, me mostré conmovido por su benevolencia y hablamos largamente.

En su infancia, prolongada por la inocencia y la radiante salud, no cabían más placeres que correr por las alamedas que a León rodean, brincar con regocijo, cual pudiera adolescente ninfa retozando por los valles helenos.

La Gorgheggi y su adorador se vieron un momento solos en aquel escondite; ella, después de saludar y sonreír al galán como solía, radiante ahora de justa satisfacción por los aplausos que aún resonaban allá afuera, se turbó un punto, buscando con torpe mano el éxito de aquella especie de trampa; y no lo encontró, como si anduviera ciega.

Vivía sólo en un mundo de lamentaciones y mi alma era una onda estancada, hasta que la bella y dulce Eulalia llegó a ser mi pudorosa compañera, hasta que la joven Eulalia, la de los cabellos de oro, llegó a ser mi sonriente compañera. ¡Ah! las estrellas de la noche brillan bastante menos que los ojos de esa radiante niña!

El cielo está límpido, radiante. Salgo. Camino por las blancas calles de altibajos solados con guijarros. De cuando en cuando aparece un caserón enorme, dorado, negruzco, rojizo, con la portalada monumental de sillería.

«Allá me decía , la llanura abierta, los campos amenos, el sol radiante, los frutos, las flores, la égloga, el idilio de la vida; aquí, la bravura salvaje, la lobreguez de los abismos, el silencio mortal de los páramos, la inclemencia de la soledad; allí, el hombre, rey y señor de la tierra fértil; aquí, siervo infeliz, sabandija miserable de sus riscos escarpados y de sus moles infecundas.» Y me sentí invadido de una profunda tristeza.

Y la carroza seguía marchando bajo un sol radiante, que hacía centellear los cristales de los balcones, reverberando en el blanco caserío de la villa con transportes de felicidad.

»Después, oprimiendo mi brazo, que apoyaba en el suyo, y dirigiendo su vista al golfo de Nápoles, en aquel mar cuyas olas espumosas iban a extinguirse a nuestros pies, bajo aquel sol encantador que se ostentaba radiante: »¡Aquí exclamaba, en estas mismas playas de Sorrento, donde el Tasso vio la luz del día, donde él amó y donde sufrió!...

No veía más que la aparición del primer día y su puro y radiante perfil. Lejos de ser un místico, soy un descreído... Pues bien, amigo mío; por un momento, deploré no tener la sencillez y la fe de aquella niña para conocer la sagrada embriaguez cuyo reflejo veía en aquella frente pura.