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Porque contestó al fin lentamente, en una voz trémula y tan baja, que apenas pude oír las fatales palabras que pronunció ¡porque ya estoy casada! ¡Casada! exclamé tartamudeando y quedándome rígido. ¡Y su esposo! ¿Cómo se llama? ¿No adivina usted? me preguntó. ¿No lo sospecha? El hombre que ya ha tenido oportunidad de conocer: Herberto Hales.

Pasó don Adrián entre vivo y muerto, y se plantó a la puerta con el altísimo sombrero en una mano y el bastón en la otra, inmóvil, derecho, rígido. Desde allí vio a don Alejandro dando vueltas desconcertadas en el fondo del gabinete.

Esta primera sillería a ras de tierra, donde se sentaban los clérigos de categoría más ínfima, era anterior en medio siglo a la sillería alta; pero en estos cincuenta años dio el arte el gran salto desde el gótico rígido y duro a las suavidades y el buen gusto del Renacimiento.

Alargando el hocico hacia la derecha, veía asomar por la portezuela uno de los brazos de la dama sacrificada al vil metal. Aquel brazo rígido y aquel puño de rosa hablaban enérgico lenguaje á la imaginación de Migajas, que en medio del estrépito de las ruedas oía estas palabras: ¡Sálvame, Pacorrito mío, sálvame!

No era únicamente la discreción lo que le había impedido recordar al juez sus antiguas relaciones, sino también el miedo, pues sabía que era distinto de él, rígido y severo. ¿Había el juez visto con mayor lucidez? ¿Se había él engañado? ¿Habría, en realidad, querido morir?...

La cabeza de Marcos Divès, con su ancho sombrero de fieltro, rígido por el frío, se inclinó en la sombra. ¿Qué hay, Marcos? ¿Qué noticias? ¿Has avisado a los de la sierra, a Materne, a Jerónimo, a Labarbe? , a todos. Pues no hay tiempo que perder; el enemigo ha pasado. ¿Ha pasado? ..., en toda la línea... He recorrido quince leguas por la nieve, desde esta mañana, para decírtelo. ¡Bien!

Entonces se ocultaron rápidamente, casi de un salto, en la salona, y se volvieron ambas hacia , que no las perdía de vista, con la pena y la conmiseración pintadas en la cara. A todo esto, don Pedro Nolasco, de pie, rígido, inmóvil y silencioso, en el mismo sitio en que se había plantado al entrar.

Las mujeres iban cubiertas con un largo manto negro, igual al de las chilenas; los hombres con un poncho amarillento y ancho sombrero, duro y rígido como si fuese un casco. Todos se conmovían, hasta llorar, viendo entre las nubes de incienso de los sacerdotes y las bayonetas de los soldados al Cristo prodigioso clavado en la cruz, sin más vestido que un hueco faldellín de terciopelo.

La impresión producida por su rígido y severo semblante, por el que habían pasado algunos otoños, no estaba en armonía con todo lo que allí le rodeaba y parecía destinado al goce de las cosas terrenales.

Sus pupilas azuladas se cerraron; luego volvió á abrirlas de golpe, extendiendo los brazos con un gesto rígido y siniestro. Yo lanzé un grito; mi padre se presentó y estrechó largo tiempo contra su pecho, en medio de sollozos desgarradores, el pobre cuerpo de una mártir.