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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Nunc autem ut accepimus, præinserta litera abutendo Raymundus de Torrellis prædictus, nititur aqua prædicta, non irrigato horto majori Aljaferiæ præfatæ, sed tantum horto minori ejusdem, ad usum suum juxta libitum irrigare; ex quo sequitur quod arbores seu, virgulta et sata hortorum Aljafariæ ejusdem, tempore siccitatis, præcipue mensibus Julii, Augusti et Septembris, qui non sunt soliti absque azuditate perlabi, radicitus exiccantur.
Los medicamentos obran en el sentido de la naturaleza, ayudan sus esfuerzos, tienden á donde ella tiende: quò natura vergit eò ducendum.
Casi no hay novela histórica sin cierta ineludible falta de armonía que el autor debe hacer que se perdone o se disimule, logrando así el triunfo. En el Quo vadis? la falta es patente, pero subsanada o remediada con arte y talento. Hay dos acciones. La principal es la que menos importa: un caballero, prendado de una muchacha virtuosa y cristiana, se vale de malos medios para hacerla su manceba.
Responde la equivocación del narrador al quid pro quo del personaje, porque Moreno, en las perturbaciones superficiales que por aquel entonces tenía su espíritu, solía confundir las impresiones positivas con los recuerdos.
Me creia conducido por Asmodeo en alas del viento para ir registrando el escenario entero, sin los inconvenientes de la niebla que cubre casi continuamente á Lóndres. Aquella obra colosal de pintura, quo consumió muchos años de fatigas de un artista aristocrático, aunque ha sido despues superada por trabajos mas perfectos y de otro órden, merece siempre admiracion.
Buscó subterfugios para no confesar aquello, se engañó a sí misma, y el Magistral sólo supo que Ana vivía de hecho separada de su marido, quo ad thorum, por lo que toca al tálamo, no por reyerta, ni causa alguna vergonzosa, sino por falta de iniciativa en el esposo y de amor en ella. Sí, esto lo confesó Ana, ella no amaba a su don Víctor como una mujer debe amar al hombre que escogió, o le escogieron, por compañero; otra cosa había: ella sentía, más y más cada vez, gritos formidables de la naturaleza, que la arrastraban a no sabía qué abismos obscuros, donde no quería caer; sentía tristezas profundas, caprichosas; ternura sin objeto conocido; ansiedades inefables; sequedades del ánimo repentinas, agrias y espinosas, y todo ello la volvía loca, tenía miedo no sabía a qué, y buscaba el amparo de la religión para luchar con los peligros de aquel estado. Esto fue todo lo que pudo saber el Magistral sobre el particular; nada de acusaciones concretas.
No le intimidaban, sin embargo, a ella los mugidos del buey Apis; incorporóse un poquito, y muy extrañada y ofendida, y con los claros ojos fijos siempre en el vacío, comenzó a decir con su suave vocecita algún tanto apurada: ¡Pero Martínez, por Dios, no se descomponga así!... ¡Se pone usted tan feo!... Preciso es que haya en eso alguna equivocación, algún quid pro quo, para que un hombre de su talento de usted diga semejantes desatinos... ¿Yo, camarera de la Cister... quiero decir, de doña Victoria?... ¿De dónde ha salido eso?
Solo visité con mis compañeros unas cinco, al acaso, entrando en cada callejón á la primera quo se nos ofrecía. Una puertecita angosta, de unos 160 centímetros de altura, está ajustada á la roca y se abre sobre una salita cuadrada de poco mas de 2 metros por lado.
Ciceronis orationis hodie in admiratione habemus, si tamen á diis manibus venisset Cicero et in Complutensi theatro unam ex illis repeteret, prae molestia omnes dilaberentur. Quia natura rerum ingenia hominum priscia illa fastidiunt, nova ergo invenienda, sequendum quo natura, ne deseramur. Tempere quo Mena floruit, ipse fuit Hispanus Ennius, Pacuvius et Livius, ecce vetus poema.
«Yo no sé prosiguió la marquesa con frialdad cómo ha llegado usted a adquirir ese absurdo convencimiento; no sé, ni quiero saberlo, por qué serie de circunstancias, de qui pro quo y de falsas apariencias, ha llegado usted a creerse nacida de mi desgraciada hija.
Palabra del Dia
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