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Actualizado: 8 de junio de 2025
El Mare nostrum, representado por un número, navegaba entre otros dos números, que eran los de los vapores inmediatos. La distancia entre ellos debía mantenerse en quinientos metros: lo necesario para no abordarse en un momento de descuido y no prolongar la línea de modo que sus vigilantes la perdiesen de vista.
Puede al mismo tiempo hacerse lo uno y lo otro y es seguramente lo mejor; pero hay que cuidarse mucho, porque sucede con frecuencia que un bello casamiento es todo lo contrario de un buen casamiento, porque deslumbra y por consiguiente enceguece. Un bello casamiento para una joven que, como la señorita Latour-Mesnil, debía llevar quinientos mil francos de dote, constituye tres o cuatro millones.
Si sabiendo lo que es esta chica le pidiera a uno antes el oro y el moro, daría hasta la última peseta; conque, ¡fuera tacañería!» Y siguió el monólogo. «Veinte mil... treinta mil reales... mil... mil quinientos... Bueno, mil duretes, cifra redonda. En su vida ha visto tanto dinero junto. Casi puede decirse que no hay en Madrid mujer que no se logre con eso; aunque no, todas no.
Casados casi todos ellos, con esposa e hijos en tierra, permanecen meses enteros separados de su familia dando bordadas por aquellas tan peligrosas costas, alimentándose solamente de pan enmohecido y cebollas silvestres. ¡Jamás beben vino, nunca comen carne, porque la carne y el vino cuestan caros, y su sueldo es sólo quinientos francos al año! ¡Figúrense ustedes si habrá obscuridad en la choza de allá abajo, en la marina, y si los niños irán bien calzados!... ¡No le hace!
Con esto se fueron los quinientos á juntar con los demás Catalanes, y Aragoneses, y les avisaron de la ultima resolucion del Duque, de quien dice Nicephoro, que estaba tan arrogante y soberbio, viendo debaxo de su mano tanta y tan lucida gente, que ya sus designios eran mayores que destruir á los Catalanes, porque esto lo pensaba hacer como de paso, y entrar despues en las Provincias del Imperio, haciendo una cruel y sangrienta guerra hasta llegar á Constantinopla.
Pepe Samaniego apareció en la puerta a punto que D. Baldomero pregonaba su nombre y su premio, y el favorecido no pudo contener su alegría y empezó a dar abrazos a todos los presentes, incluso a los criados. «Eulalia Muñoz, un décimo: veinticinco mil reales. Benignita, medio décimo: doce mil quinientos reales. Federico Ruiz, dos duros: cinco mil reales. Ahora viene toda la morralla.
En las costas meridionales de Australia quedan pocos indígenas, porque los colonos ingleses han ido acabando poco a poco con todos ellos; pero aquí en las septentrionales los hay todavía en gran número, y podríamos tener que vérnoslas con cuatrocientos o quinientos hombres. Un verdadero ejército para nosotros, que ni siquiera podemos contar con los chinos. La cosa se pone seria, tío.
5 E hirieron los judíos a todos sus enemigos con plaga de espada, y de mortandad, y de perdición; e hicieron en sus enemigos a su voluntad. 6 Y en Susa capital del reino, mataron y destruyeron los judíos a quinientos hombres. 8 y a Porata y a Adalía, y a Aridata, 9 y a Parmasta, y a Arisai, y a Aridai, y a Vaizata,
Reunido el cabildo en Sede vacante por muerte de su obispo D. Gerónimo Manrique y Aguayo, determinó en 4 de mayo de 93 que se restaurase la torre conforme al modelo y traza que el maestro mayor de las obras, Hernan Ruiz, nieto del otro del mismo nombre, le habia presentado; para lo cual se libraron de pronto mil y quinientos ducados del caudal de las Fábricas de las iglesias.
Tomó prestados sobre esta hipoteca: primero, cuatro mil doscientos dracmas; al año siguiente, mil quinientos más; otro año después, mil doscientos, y todavía otros mil quinientos dracmas, un año más tarde. El resultado natural fué que tuvo que vender la casa, poco tiempo después, á la señora Aurelia Serapias, hija de Trimoros, de quien yo sospecho que era un usurero terrible.
Palabra del Dia
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