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Actualizado: 6 de junio de 2025
Llevaba mal Abetzaico, que se detuviese el Padre tanto con los Cozocas; y se lamentaba tanto de esta tardanza, que precisó al siervo de Dios á despedirse de aquí é ir á su tierra, donde no hubo bien llegado, cuando fueron inexplicables las alegrías y señales de júbilo que mostraron los Subarecas, saliéndole á recibir y haciendo fiestas á su usanza propias para cuando quieren mostrar extraordinaria alegría.
Al mirar a su hijo, la llama de su ira se avivó más. «¡Decir que no es hijo de su padre...! ¡Qué infamia! La despedazaría sin compasión ninguna. ¡Inocente!, ¡tan chiquito y ya le quieren deshonrar! Pero no le deshonrarán, no, porque aquí está su madre para defenderle; y al que me diga que este no es el hijo de la casa, le saco los ojos.
Estaba escrita con letra vacilante y temblona, y rezaba: «Ilustre señora: Pedrito y Augustias salieron en un coche para Inhiesta, a las cinco de la tarde de hoy. Se idolatran. Quieren casarse. Yo creí ejecutar una acción generosa ayudándoles. Llevan cincuenta duros que les presté; y no es que los reclame. Perdónelos y perdóneme, si nos equivocamos, por haber amado tanto.
Si hasta el siglo XV los gallegos hablaron y escribieron como los portugueses, lo natural sería, si no quieren hablar y escribir en castellano, que escriban ahora también en portugués. Esto sería volver con fidelidad á la lengua antigua, sin que esta vuelta ó atavismo impidiese que se siguiera cultivando el dialecto, como dialecto.
¡Qué guasa! ¿Quieren ustedes reírse?... ¡Haría buena figura una monja cantando a la puerta de casa! Por eso no quede dijo el fondista. Vámonos a la sala. Ahora no hay nadie... La hermana siguió riendo, sin dejarse persuadir. No obstante, se adivinaba que la retenían más los respetos de su estado y el de la superiora que la falta de deseos.
Estoy contenta; sí, porque de algo a nada... ¡algo es algo! Tú mereces más, mucho mas. ¡No es justo que trabajes así, todo el santo día, por tan poco dinero! Pero, ¡qué quieres! Así es todo en Villaverde. Digámoslo claro: todos quieren que los demás les sirvan de balde.
A pesar de su prodigioso vigor, del arte con que tritura los huesos, no es el favorito de los reyes, que no deben de encontrarlo bastante elegante para figurar en sus blasones: en cambio, muchos pueblos le quieren por sus cualidades y hasta el cazador que le persigue siente por él, aun sin querer, cierta simpatía.
Añadió dicho indio, que los indios de aquellas partes no quieren que se oiga que hay tales españoles. Esto indio lo conocí mucho, por haberme servido en el viage á Chile, á fines del año de 1738.
Nunca pudo recordarse con más oportunidad aquello de «a rey muerto, rey puesto». «¡Al fin, mujer! Tanta promesa, tanto juramento, y luego... Todas son iguales seguía monologueando don Juan . Mientras no tienen idea exacta de lo que es el hombre, se embriagan de poesía y de ilusiones; pero en cuanto lo saben, quieren hartarse de realidad.
Las sobrinas, que son no sé cuántas, siempre tienen a punto un chiquillo que soltar al mundo cuando yo llego, y quieren que el tío de América lo apadrine. Todos parecen encantados de que mi señora no haya tenido hijos.
Palabra del Dia
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