Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 4 de junio de 2025


La razón de la sinrazón i La mejoría de Maximiliano continuaba, de lo cual coligieron su tía y su hermano que la separación matrimonial había sido un gran bien, pues sin duda la presencia y compañía de su mujer era lo que le sacaba de quicio. Todo aquel invierno continuó el tratamiento de las duchas circular y escocesa y el bromuro de sodio.

No se oía nada; un zumbido colosal de colmena en momentos de mudanza, que le sacaba de quicio, poniéndole nervioso. ¡Pero que siendo tantas no haya una sola que calle! exclamó hecho un basilisco; y el señor Pulido, sin perder su pausa, con filosófica profundidad, replicó muy bajito: Las prefiero hablando, Pepe... Callar sería contra naturaleza.

Hay en ellos un instinto de curiosidad despierta e insaciable, una impaciente avidez de toda luz; y profesando el amor por la instrucción del pueblo con la obsesión de una monomanía gloriosa y fecunda, han hecho de la escuela el quicio más seguro de su prosperidad, y del alma del niño la más cuidada entre las cosas leves y preciosas.

Al sentir ruido, Lázaro alzó la vista, y viendo a Josefina, adelantó algunos pasos, mientras ella permanecía callada y quieta, recostada en el quicio de la puerta. Lo que allí pasó fue triste, silencioso, casi horrible. El confidente se trocó en capellán, el amigo dejó su puesto al ministro del cielo.

Vivían de sus obras y de sus manos; su casa era la capital de España, ancha y ventilada; su lecho el quicio de una puerta o cualquier rincón de casa de dormir; su vestido una serie de agujeros pegados unos a otros por medio de jirones de tela; su sombrero, el aire y el sol; sus zapatos, los adoquines y baldosas de las calles. No eran hermanos; eran amigos.

Había algunos rostros bastante agradables entre las mujeres, frescos y sonrosados, los cuales, por más que aparentasen mucha atención y recogimiento, no dejaban de volverse a menudo, y con visible curiosidad, hacia el forastero pálido que se apoyaba en el quicio de la puerta de la sacristía.

Quise tener con Bringas la consideración de subir a notificarle personalmente que podía permanecer en la vivienda todo el tiempo que quisiera. Pero él, dándome las gracias, aseguró que no quería deber favores a la titulada Nación y que no veía las santas horas de salir de allí. Pez estaba presente, y hablamos todos de los sucesos de aquellos días y de la Junta y del Gobierno provisional que se acababa de formar. A Bringas le sacaba de quicio que Pez no estuviera tan indignado como debía esperarse de sus antecedentes. Pero este, con reposado lenguaje y juicioso sentido, se defendía enalteciendo la teoría de los hechos consumados, que son la clave de la Política y de la Historia. «¿Pues qué, vamos a derramar torrentes de sangre? decía . ¿Qué ha pasado? Lo que yo venía diciendo, lo que yo venía profetizando, lo que yo venía anunciando. Hay que doblar la cabeza ante los hechos, y esperar, esperar a ver qué dan de estos señores». Además, el gran Pez creía que la Unión liberal en la revolución era una garantía de que esta no iría por caminos peligrosos.

En suma; doña Juana, contra la cual nada tienen que decir las malas lenguas, va sin querer alborotando y sacando de quicio a los mortales del sexo fuerte, ya de paseo, ya en las tertulias, ya en la misma iglesia. Así hace fáciles y abundantes conquistas.

Los curiosos se apiñaban tras las cortinas, y Currita, en primera fila, devoraba a Jacobo con la vista; Martínez, a su lado, estrujado casi contra el quicio mismo de la puerta, no podía verle, mas prestaba oído atento, lleno de ansiedad, mordiendo con la cabezota baja el puño de su garrote.

Si al salir de casa encontraba usted un sereno con un ojo borrado, los cristales de un café hechos trizas, las puertas de una taberna fuera de quicio, cambiados los letreros de las tiendas de una calle, de modo que sobre una botica se leyese, por ejemplo: Quincalla y clavazón, y sobre una ferretería Almacén de comestibles; si con algo de esto, ó con todo ello junto, ó con mucho más, se encontraba usted, repito, al salir de su casa, y preguntaba por los autores de las fechorías,

Palabra del Dia

irrascible

Otros Mirando