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Actualizado: 19 de julio de 2025


Pero ¿a qué ahijada de usted se refiere, a la niña recogida por los de Quiñones? preguntó en voz baja la heredera de Estrada-Rosa a María Josefa. . ¿Entonces?... ¿Cómo hablan de su madre?

A no llegar con priesa y diligencia Perdiera sin falta Avila la vida; Que el verdugo ejecuta la sentencia Si no viene Quiñones de corrida. Por señal el bordon de Su Excelencia Traia, que es señal muy conocida; Perdonan al que est

Eran las diez de la noche cuando subían ambas los peldaños de piedra, que rezumaban siempre por la humedad, de la vasta escalera señorial de los Quiñones. Al llegar arriba Emilita prohibió al criado que las anunciase. Ella misma abrió la puerta del salón y empujó a Fernanda hacia adentro. Fue una aparición que dejó extáticos por un instante a los tertulios.

ALBOR. Ya el cristiano ha recogido Sobre la pica ferrada El tafetán descogido De la bandera cruzada. Ya Mendozas y Guzmanes, Leivas, Toledos, Bazanes, Enríquez, Rojas, Girones, Pachecos, Lasos, Quiñones, Pimenteles y Lujanes, Truecan las armas por galas, Por música el atambor, Y por las plazas las salas; A Belona por Amor, A quien nacen nuevas alas.

Lo único que le preocupaba algunas veces era si convendría a la dignidad de un Quiñones poseer unas extremidades enteramente inertes, y si no sería preferible que viviesen para participar de la gloria del resto del organismo. Pronto desechaba, sin embargo, tales inquietudes pensando justamente que vivas o muertas aquellas extremidades ocupaban un rango superior en la sociedad.

Pero... ¿adónde ir?... ¿Cómo empezar?». Los caballeros aventureros con existencia real conocidos de las gentes, el valiente Juan de Merlo, rompedor de lanzas en la corte de Borgoña, o los peleadores del «paso honroso» con Suero de Quiñones, habían vagado de corte en corte sin mayores hazañas que los torneos. ¿A qué parte del mundo caían las ínsulas y tierras de encantamiento para los hombres ansiosos de maravillosas aventuras?...

Mostrando por esta prodigalidad cierta extrañeza un boticario de la población con quien alguna vez se dignaba hablar, le respondió con fría arrogancia: Pago una botella, porque me parece indecoroso que D. Pedro Quiñones de León pida una copa como cualquier c...tintas de las oficinas del gobierno político.

Una hermosa niña de ojos azules y flotante cabellera dorada apareció en la puerta, conducida por una doméstica. ¡Oh, qué tarde! exclamó la señora de Quiñones. ¿Por qué ha tardado usted tanto en traerla, Paula? añadió severamente.

Salió pues D. Gabriel de entre esta gente Sin hacer el efecto pretendido, Que el invierno le estaba ya presente, Por dejar la guerra ha convenido. De Chuquisaca en esto el Presidente Quiñones con socorro se ha partido, En busca del Virrey va caminando, Que á Condurillo viene atravesando.

Quería entrar a viva fuerza en casa de Quiñones y llevarse a su hija; quería retorcer el cuello a aquella vil mujer; quería decírselo todo a D. Pedro; quería dar parte al juez y meter en un calabozo a la infame. Afortunadamente sus accesos eran tan violentos como cortos. Vino el abatimiento, el llanto.

Palabra del Dia

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