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Actualizado: 19 de octubre de 2025
Ve a pedir la bendición a tu padrino. La niña se dirigió al gabinete. Estas prácticas del tiempo pasado placían mucho al señor de Quiñones. Josefina se acercó a él con timidez. Aquel gran señor paralítico le infundía siempre miedo, aunque procuraba disimularlo porque así se lo había ordenado su madrina. Señor, la bendición dijo con voz apagada. El alto y poderoso maestrante no hizo caso.
Ni por sacrificar otras comodidades a los trapos, ni por exhibirse sin medida al balcón y en los paseos, ni por asistir a los saraos de Quiñones con una constancia digna de ser premiada, pudieron lograr hasta la hora presente los dones preciados de Himeneo.
Dedicábase a correr los géneros de las tiendas, a traerlos a las casas, ganando por ello pequeñísima comisión. Esto no le bastaba para vivir aunque era ella sola y una sobrina. Pero en varias casas le hacían encargos de distinta índole y la ayudaban de mil maneras. Sobre todo en la señora de Quiñones había encontrado una protectora decidida.
Para pasar del palacio a la iglesia, donde los Quiñones poseían tribuna reservada, existía un puente o corredor cerrado, más pequeño, pero semejante al que los obispos tienen sobre la travesía de Santa Bárbara. Por la viva claridad que dejaba pasar la rendija de un balcón entreabierto advertíase que los dueños de la casa no estaban aún entregados al descanso.
Quedaron tambien prisioneros, de resultas de estos favorables y prósperos sucesos, Antonio Bastidas, cuñado de José Gabriel, á quien habia nombrado Capitan General; Cecilia Tupac-Amaru, su media hermana; su primo, Patricio Noguera; el Coronel José Mamani; los Comandantes, el de artilleria, Ramon Ronce; Diego Ponce; Diego Verdejo, pariente del tirano; Andres Castelo, Felipe Mendizabal, Isidro Puma, Mariano Castaño, Sargento Mayor; Diego Ortigosa, Asesor; Manuel Gallegos, plumario; Melchor Arteaga mayordomo de ganados; Blas Quiñones, mayordomo mayor; Tomasa Tito, cacica de Acós; José Venela, confidente; Estevan Vaca, fundidor de artilleria; Francisco Torres comisionado principal; Lucas Colque, Comisario y alcalde; cuatro capitanes, dos tenientes, algunos soldados y negros huidos de particulares, entre ellos Antonio Oblitas, esclavo de D. Antonio Arriaga, y el mismo que fué su verdugo en Tinta.
Haz un esfuerzo y lo conseguirás... Yo soy tu padre... Los señores de Quiñones te han recogido en su casa... pero yo soy tu padre... ¿lo entiendes? Sí, Luis, te entiendo. Te han recogido, porque yo soy tan malo que te he entregado a ellos en vez de tenerte conmigo. Ahora no te entiendo, Luis. Tú no eres malo. Tú eres bueno y me quieres.
Respirábase allí una atmósfera perfumada, sensual, que denunciaba los gustos refinados que la dama forastera había traído allá de otras tierras a la severa mansión de los Quiñones.
Palabra del Dia
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