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Muchas Biblias fueron quemadas junto con sus dueños. Pero cuando el diablo supo que no podía parar subsiguientes ediciones de la Biblia en español, se vió obligado a cambiar de táctica.

Aquellos objetos mortuorios nos llamaron la atención, y al interrogar á la joven, nos dijo, que aquella carta era la suya, devuelta sin contestar por sus padres, quienes, juntamente con ella le habían acompañado los anteriores objetos. La carta que se devuelve quemadas las cuatro puntas, significa que el odio será eterno; si se acompaña la mortaja, revela, que aquel se llevará hasta la tumba.

No me pidais los versos arrancados Que arrebató en su soplo el huracan, Y que marchitos cual la flor de otoño, Mústios y tristes por el suelo van. Ya no se pueden levantar del suelo, Pues son cual hojas de papel fugaz, Que aun despues de quemadas tienen forma, Y si se tocan son polvo y no mas.

Otras estaban quemadas por el sol, como insectos que acabasen de rozar el fuego. Las banderas dejaban entrever con las palpitaciones de su temblor leños negros que eran cruces. Sobre estos maderos aparecían kepis obscuros, gorros rojos, cascos rematados por cabelleras de crines que se pudrían lentamente, llorando lágrimas atmosféricas por todas sus puntas.

El motivo no es otro que los peligros que hay en esa línea, pues los trenes que por ella circulan ya han sido tiroteados varias veces por los feroces alzados y algunas de sus estaciones quemadas por los mismos pues se trata precisamente de la zona en que más abundan las partidas levantadas en armas.

El primer auto de fe, de condenados á las llamas, se celebró, pues, en Sevilla el 6 de Enero de 1481 y el segundo el 26 de Marzo, en que perecieron en la hoguera diez y siete reos, yendo tan en aumento el celo de los inquisidores, que durante siete años fueron quemadas más de seiscientas personas y penitenciadas unas cinco mil.

7 sino que el que quiere tocar en ellas, se arma de hierro y de asta de lanza, y son quemadas en su lugar. 10 Este, levantándose, hirió a los filisteos, hasta que su mano se cansó, y quedó pegada su mano a la espada. Aquel día el SE

Allí vide las fuerzas derribadas, Las torres y los altos edificios; Allí vide las casas derrocadas, Y sacadas las puertas de los quicios: Por madera en el fuego son quemadas, Y tuvieron por grandes beneficios Los que enhiestas en pié hallan sus casas, Porque las mas estaban hechas brasas.

La atmósfera intelectual creada por tales artistas y poetas, de los cuales unos eran ya muertos y otros aún vivían, fue el ambiente que comenzó a respirar Diego Velázquez, quien casi niño salió de poder de Herrera, adusto y regañón, original e intransigente, que dibujaba con cañas quemadas y pintaba con enormes brochas, y fue a parar a la escuela de un hombre bondadoso, apacible, imitador de los italianos, cuya morada debía de ser academia donde prevalecía el gusto clásico, fruto de la más pulcra ilustración, pero al fin clasicismo de reflejo.

Tres casas y buhios se dejaron, Con docientas hanegas bien colmadas De maiz, y otras cosas que se hallaron, Y estaban la tierra sepultadas. Los soldados las casas les quemaron, Y fueran con los nuestros ya quemadas, De un indio que lo andaba maquinando, Si no estuviera Arevalo velando.