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Actualizado: 9 de mayo de 2025


¿Falta mucho para llegar? preguntó el senador. Allí dijo el oficial, señalando por encima de los montones de tierra. Allí, era un campanario en ruinas y varias casas quemadas que se veían á lo lejos: los restos de un pueblo tomado y perdido varias veces por unos y otros. El mismo trayecto lo habrían hecho sobre la corteza terrestre en media hora marchando en línea recta.

Después de dar algunos paseos por la estancia, hasta enfriarse, volvía junto a las llamas y se extasiaba contemplando otra vez las lenguas rojas de azulada punta, las quemadas astillas que caían del consumido leño con murmullo de hojas secas, y languidecían luego en la ceniza durmiéndose. Comía poco. No leía nada, y su única distracción era tirar al florete con su hermano.

En Cabo Verde y en Sierra Leona llegaban las gentes a la más extrema negrura y las tierras parecían quemadas.

¡Jesús! ¡Jesús! ¡Jesús! y retorciéndose y desgarrándose los vestidos, Lucía se echó en el suelo, y se arrastró hasta Sol de rodillas, y se mesaba los cabellos con las manos quemadas, y besaba a Juan los pies; a Juan, a quien Pedro Real, para que no cayese, sostenía en su brazo. ¡Para Sol, para Sol, aun después de muerta, todos los cuidados! ¡Todos sobre ella! ¡Todos queriendo darle su vida! ¡El corredor lleno de mujeres que lloraban! ¡A ella, nadie se acercaba a ella!

Se conoció, que habia dejado su primera situacion, y quemadas las primeras cabañas ò ranchos, se habia situado poco mas arriba, en un collado lleno de monte, el cual, por la parte que mira y toca los dos rios, Phacido y Azul, acabando todo en un ángulo con el bosque, mostraba la tierra hácia la llanura: pero estaba esta fortificada con una estacada desde una punta del bosque hasta la opuesta: en el medio se veian palos clavados en la tierra para los ranchos, y algunos galpones del todo acabados.

El aire era musical, como si en sus ondas vibrasen las cuerdas de invisibles arpas. Esta era para Freya la verdadera Grecia imaginada por los poetas, no las islas de rocas quemadas y desnudas de vegetación que había visto en sus excursiones por el archipiélago helénico. ¡Vivir aquí el resto de mi vida! murmuró con los ojos húmedos . ¡Morir aquí, olvidada, sola, feliz!...

Pero todas tenían miedo de ser quemadas y no escribieron sus edades correctamente. Cada una se quitó muchos años. 25 La que tenía noventa, por ejemplo, escribió cincuenta; la de sesenta, treinta y cinco, etc. Recibió el picarón las nuevas cédulas y luego sacó las del día anterior. Había dicho que las había perdido pero no era verdad. Comparó las nuevas cédulas con las otras y dijo: 25

Al cabo de algunos minutos, otra señora, menos vieja de aspecto, abre la puerta de un saloncito-estudio de apariencia muy divertida, porque se adivina que la dueña de la casa ha fabricado por misma todo el decorado: maderas quemadas, cueros estampados, estaños repujados, gredas adornadas y muebles de madera blanca pintados; encima de la chimenea, y en un marco espléndido, sonríe la fotografía del que fué dueño de la casa.

Figuraos ahora realzada la imponente magestad de esa gran mezquita con las galas de que pueden revestirla el mas esquisito gusto y la riqueza, de consuno con las exigencias de una religion inventada para cautivar los sentidos, y se deslumbrarán vuestros ojos con la masa de luz de los candelabros, se embriagará vuestro olfato con las preciosas esencias quemadas bajo aquellos taraceados artesones, halagarán todo vuestro cuerpo las tibias auras primaverales impregnadas de azahar, que se deslizarán por vuestra sien trayéndoos deshechos en ráfagas los trinos de los ruiseñores con los brillantes globulillos del agua que se estrella en el duro mármol de las fuentes.

Palabra del Dia

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