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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Tuvo su aumento, cuando las armas de Alejandro pasaron más allá del Ganges, y los límites y fines inmensos de la misma naturaleza no lo fueron de su ambicion. Fué su muerte, cuando las armas de los Bárbaros, por flojedad de sus Príncipes, y poca fidelidad de sus Capitanes, le pusieron en dura servidumbre.
Yo ... francamente, le admiro á usted mucho como orador, porque anoche dijo usted cosas que nos pusieron los pelos de punta; pero.... ¿Qué quiere usted decir? Que yo, señor don Lázaro, soy un hombre que ha salvado la patria muchas veces y derramado mucha sangre en defensa de la libertad; y por lo mismo, yo ... estoy encargado de este barrio, y me parece que el barrio está en buenas manos.
Apenas pusiéron los piés en la ciudad, lamentándose de la muerte de su bien-hechor, la mar embatió bramando el puerto, y arrebató quantos navíos se hallaban en él anclados; se cubriéron calles y plazas de torbellinos de llamas y cenizas; hundíanse las casas, caían los techos sobre los cimientos, y los cimientos se dispersaban, y treinta mil moradores de todas edades y sexôs eran sepultados entre ruinas.
La sorpresa que esto produjo fué grande y el escándalo en Sevilla al saberse el suceso subió de punto, sin que valieran cuantos medios pusieron en práctica los frailes para impedir que se divulgara.
Ciñóse su buena espada, que pendía de un tahalí de lobos marinos; que es opinión que muchos años fue enfermo de los riñones; cubrióse un herreruelo de buen paño pardo; pero antes de todo, con cinco calderos, o seis, de agua, que en la cantidad de los calderos hay alguna diferencia, se lavó la cabeza y rostro, y todavía se quedó el agua de color de suero, merced a la golosina de Sancho y a la compra de sus negros requesones, que tan blanco pusieron a su amo.
Pusieron en ella un leon entre un antélope y un cocodrilo; al lado opuesto un águila y un dragon, y entre ambos grupos una paloma, un halcon, un pavo real, una gallina, un gallo, un milano y un buitre. Todos estos animales eran huecos y vertian en el tazon de la fuente chorros de agua cristalina.
El cocinero mayor rugía ya por lo bajo; encontró á dos mozos de la casa real y al soldado. Entonces, con una sonrisa nerviosa, abrió la puerta de aquel aposento empolvado, donde hacía tantos años no entraba nadie más que él. Meted eso aquí dijo con voz ronca. Los mozos pusieron el cofre envuelto como estaba en la parte de adentro de la puerta. Idos dijo Montiño á los mozos y al soldado.
Mi regimiento debía salir de los últimos, y mientras se pusieron en movimiento la artillería y los cuerpos de a pie, estuvimos más de media hora formados a la salida del pueblo, a mano derecha del camino, esperando la orden de la marcha.
Las ovejas, acometidas súbito de agitación insana, se pusieron a saltar y encabritarse cual si escuchasen los sones de un caramillo encantado. Ni las pedradas ni los halagos lograron retener a una gran parte de ellas.
Además me era insoportable la presencia de los periodistas, desde el día en que me ajustaron las cuentas y pusieron en solfa mis sonetos. Me repugnaba el trato de mis críticos, solamente soportables para mí cuando discutían y se peleaban, cada cual en defensa de sus «ideales». Nada más triste que Villaverde al fin del día; nada más horrendo que mi ciudad natal después de obscurecer.
Palabra del Dia
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