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Actualizado: 26 de junio de 2025


Con el mismo esmero con que procuraba no manchar su inteligencia ni su voluntad con ideas o con afectos indignos, atendía a la material limpieza y al honesto adorno de su persona. Doña Luz era en todo la pulcritud personificada.

Pulgada a pulgada creía conocer el antiguo escribiente la superficie de aquel asendereado cuerpo de su mujer, donde él daba friegas con fuerza y con delicadeza a un tiempo, según lo exigía la paciente, esparcía ungüento con justicia distributiva, amoroso tacto, pulcritud y suavidad; así como en la región del pecho, y en la espalda y sobre el hígado había pasado un pincel impregnado de yodo.

Si no es eso, María, ¿sabes? dijo Villamelón con la boca llena . Digo que anda mal, porque anda en malos pasos. ¿Me entiendes? Callaron todos, metiendo las narices en el plato, y los rabillos de cada ojo fueron a fijarse en Currita, que desganada, sin duda, mondaba con suma pulcritud y esmero un hermoso albaricoque.

Como todos los días, se presentaron aquella mañana cuestiones turbias que el Provisor acostumbraba resolver como por máquina, con el criterio de su ganancia, con habilidad pasmosa, y con la más correcta forma, con pulcritud aparente exquisita. «, ; eso era él; y no había que hacerse ilusiones, ni buscar nueva manera de vivir. Debía estar satisfecho y lo estaba».

Se echa de ver que el bienestar reina en esas campiñas, al reparar la dulce y contenta fisonomía de los campesinos, la pulcritud y propiedad de sus vestidos, la belleza candorosa de las mujeres, la robustez algo rubicunda de los niños, el órden y holgura de las habitaciones, y el esmero con que son cultivadas las tierras.

Como la iglesia estaba aún a medio hacer, el culto se celebraba en la capilla provisional, que era una gran crujía baja, a la izquierda de la puerta. En el arreglo de esta crujía para convertirla en templo interino, manifestábase el buen deseo, la pulcritud y la inocencia artística de las excelentes señoras que componían la comunidad.

Valga para ejemplo cierto mozo, de unos quince años de edad, hijo del aperador y favorito de don Alvaro, que este tenía siempre en casa para que entretuviese a los niños. Como el aperador era Calvo de apellido, al mozo le apellidaban Calvete. Y para que se vea lo mucho que hubo de sufrir en ocasiones la pulcritud de doña Inés, he de citar un caso que de Calvete me han referido.

Pero el elemento joven, los más de los canónigos y beneficiados, los que vestían con más pulcritud y elegancia, los que usaban el sombrero de canal suelta el ala, ancho y corto, se resignaron, y toleraron la invasión de la Vetusta elegante.

Jaime, en medio de la vaguedad de sus recuerdos infantiles, contemplaba con saliente relieve la figura de su abuelo. Jamás había encontrado una sonrisa en aquel rostro de patillas blancas, que contrastaban con sus ojos negros e imperiosos. Los de la casa tenían prohibido subir a sus habitaciones. Nadie le había visto más que en traje de calle, con una pulcritud minuciosa.

En cambio esta mujer ¿a qué aspira ni qué quiere? Yo la censuro de que se cuida las manos; de que mira tal vez con complacencia su belleza; casi la censuro de su pulcritud, del esmero que pone en vestirse, de yo no qué coquetería que hay en la misma modestia y sencillez con que se viste. ¡Pues qué! ¿La virtud ha de ser desaliñada? ¿Ha de ser sucia la santidad?

Palabra del Dia

rigoleto

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