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Actualizado: 4 de julio de 2025
Allá en sus adentros se comparaba a la vara que sostiene en el aire a una planta rastrera a fin de que no caiga al suelo y se ensucie y pudra en el fango. Temía Rafaela que Arturito cayese si le dejaba ella, y por eso no le dejaba. A menudo solía lamentar que aquel muchacho hubiera sido tan dócil y se hubiera convertido tan pronto.
Pero, madre, tiempo hay; el chico está en el cuartel, no se los han llevado; no salen para Valladolid hasta el sábado... hay tiempo.... Sí, hay tiempo para que se pudra en el calabozo. ¿Y qué dirá Ronzal? Si tú que estás más interesado te olvidas del asunto, ¿qué hará él? Pero, señora, el deber es primero.
Así se te pudra todo el dinero que guardas, y se te convierta en pus dentro del cuerpo para que revientes, zurrón de avaricia. Coja usted el libro y el lápiz, y lléveselo con mucho cuidado... no se le pierda por el camino. Bueno: ¿se ha hecho usted cargo? ¿Me responde de que apuntarán todo? Sí, señor... no se escapará ni un verbo. Bueno.
En esta galería nadie trabajará ni nadie pasará hasta que yo abra otra chimenea, y tardaré lo menos quince días. ¡Figúrate si hay tiempo para que se pudra ese cuerpecito amasado con rosas y leche!
Tu madre quería verte casado con una señora; tu abuela asegura que el mejor día vendrás a verla en carruaje de dos caballos, con una señorita de gorro alto... Deja a Feliciana; deja a la pobre que llore y se pudra de pena.
Yo deseo, Isidro siguió gimoteando el señor José , que en este asunto hagas lo que puedas. Ciertamente, no sé lo que quiero. No te pido que lo saques de allí; aunque esto pudiera ser, yo me opondría. Que se pudra en la cárcel, que se muera... ¡por pillo! Pero tras estas palabras enérgicas, reaparecía el padre. Quiero continuó con dulzura que vayas a verle.
El general, que no tenía noticias muy exactas de lo que había sucedido a Santa Eulalia con Calfurniano, creyó buenamente que aquella mocosa quería burlarse y exclamó dando un tremendo puñetazo sobre la mesa: Oiga usted, señorita, ¿sabe usted con quién está hablando? ¿Sabe usted que soy el gobernador militar de la provincia y que nunca he tenido afición muy decidida a las bromas? ¿Sabe usted a lo que se expone al querer burlarse del respetabilísimo consejo de guerra que en este momento presido? ¿Sabe usted que me están dando intenciones de mandarla a usted a la cárcel y encerrarla en un calabozo y tenerla allí a pan y agua hasta que se pudra?... ¿Lo sabe usted, eh?..., ¿lo sabe usted?... ¿Eh?..., ¿eh?...
¿Y es usted quien viene a hablarme de honor? Vamos, la cosa no es para tanto. Una broma inocente que en nada puede perjudicar a la muchacha... No prosiga usted, coronel, a no ser que me tenga usted por un villano desalmado. Si no quiere que su Rey se pudra en su prisión de Zenda mientras Miguel y yo nos disputamos aquí lo que vale más que la corona... ¿Me comprende usted bien? Sí, adelante.
¿Yo celos de este tío que ya no puede con la fe de bautismo en papeles? ¡Sería trabajo! Llévatelo, hija, y ponlo en un cuarto seco para que no se pudra. Soleá, llévame y ponme donde te parezca. Verás si engordo á tu vera le gritó Antonio. ¿Y á mí, dónde quieres que me ponga entonces? preguntó Velázquez riendo.
Palabra del Dia
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