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Actualizado: 10 de junio de 2025


El lindo ramillete era de don Antonio Cuadros y su señora, los propietarios de la tienda de Las Tres Rosas. Ahí tenéis unas personas sin educación, pero que saben hacer bien las cosas. Y doña Manuela, después de esta reflexión hija del agradecimiento, siguió enseñando las tarjetas.

La vida está en todas partes; en el fondo, donde las formas graciosas é indistintas se agitan sobre la arena y el lodo, entre el espeso tapiz de plantas estremecidas constantemente por las sacudidas de una pululante multitud, oculta en la superficie por donde corren los girinos y se enlazan los insectos patinadores por entre los juncos donde brilla el ala matizada de la libélula, y bajo los arbustos de la orilla, donde resplandece como un zafiro el plumaje del martín-pescador. ¿A quién pertenece, pues, el arroyo, del cual nos titulamos propietarios como si fuéramos los únicos en gozarlo? ¿No pertenece también, ó mejor que á nosotros, á todos los seres que lo pueblan, del que sacan la subsistencia y la vida?

¡Justicia era mejor! le contestaron muchas voces. ¡Catalana hay que hacerla en este pueblo! añadieron otras. ¡Orrrrdeeeen! ¡Afuera esa gentuza! gritaron otra vez los propietarios. ¡Abajo la comisión! ¡Y los que quieran engordar a la sombra de ella! ¡Vivan los pobres honrados! ¡Viva el duque de la Victoria! volvió a gritar el zapatero. ¡Orrrdeeen! ¡Canalla! ¡Ladrones!

Pregunté el porqué á Raleigh-Stirling y me respondió flemáticamente que su pariente era uno de los cuatro propietarios del teatro que ponían aquella magnífica sala á disposición de los empresarios, casi de balde, á fin de que ni sus conciudadanos ni ellos mismos careciesen de placeres artísticos. Desde aquel momento nos conducía el empresario en persona.

En el centro, la torre señorial, que se veía desde Jerez, dominando las colinas cubiertas de viñas que hacían de los Dupont los primeros propietarios de la comarca: una construcción pretenciosa de ladrillo rojo, con la base y los ángulos de piedra blanca; unidas las agudas almenas de su remate por una barandilla de hierro que convertía en terraza vulgar el coronamiento de una obra semifeudal.

Hubo que economizar en nuestros gastos, todo aquello de que fuera posible privarse; las relaciones con los propietarios vecinos fueron limitadas, el personal reducido, y la anciana institutriz que había educado a Marta, y que debía terminar su tarea conmigo, tuvo también que dejarnos. Marta, que era siete años mayor que yo, y se disponía a estrenar su primer vestido largo, tomó su lugar.

Luego hirió a otro, luego a otro, y siguió viviendo del robo, aunque «sin hasé daño a denguno». Era un bandido generoso. Algunas veces se presentaba de noche a los propietarios y les pedía un duro para comer. Si querían darle más, lo rechazaba, diciendo que no lo necesitaba por entonces.

Desde que un ladrón «muerto de hambre» había logrado imponerse á todos ellos, los propietarios se reían, y para vengarse de diez años de forzada mansedumbre, se hacían más malos que el famoso don Salvador. Veritat... veritat decían en todo el corro, apoyando las razones de Pimentó con furiosas cabezadas. Verdad... verdad.

Se iba a la ciudad, a casa del abogado de la Marquesa, para conocer el resultado de la venta, para saber quiénes eran los nuevos propietarios de Longueval; quedábale todavía un kilómetro que correr antes de llegar a las primeras casas de Souvigny; pasaba por el parque de Lavardens, cuando oyó sobre su cabeza voces que lo llamaban. ¡Señor cura, señor cura!

Si en su orígen Berna fué una ciudad de gobierno comunal ó democrático, su engrandecimiento modificó tan notablemente su política, que el poder se halló al cabo concentrado en manos de unas pocas familias de patricios; en tanto que los paisanos se hallaban respecto de los nobles propietarios en una situacion análoga á la de los siervos de Rusia, Austria, Alemania, etc.

Palabra del Dia

rigoleto

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