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Actualizado: 16 de julio de 2025


Despidiéronse en seguida, y salió Tirso a la calle hondamente preocupado, por muchas razones. Aquella señora fue para él un enigma vivo: sabía el motivo de su viaje, alardeaba de influyente, habitaba un palacio y tenía aspecto de reina. ¡Qué maridaje tan extraño formaban en ella el trato mundanal y la piedad! Parecía la encarnación de lo profano puesta al servicio de lo divino.

Auvray continuó: «Ya ve usted señorita, que la conozco. ¿Y a usted, jamás le ha dicho su instinto de mujer que muy cerca de usted, en la casa de enfrente, había un joven que poseyendo algunos bienes, vive solo y aislado y necesita un corazón amante y cariñoso que sepa comprenderle? ¿No ha adivinado usted que aquí había un hombre capaz de dar su sangre, su vida, y su alma al ángel que bajase del Cielo para llenar el vacío de su triste existencia, y cuyo amor no sería un capricho profano y ridículo, sino una adoración eterna?

Al menos él no las había encontrado, o bien ellas, considerándole profano, le habían ocultado su retórica y su filosofía, guardándolas para los Pericles y los Sócrates, y luciendo, a lo más, su ingenio en calembours más o menos desvergonzados y burdos. Dicho sea en honor de la verdad y en alabanza de Rafaela, su sinceridad en todo aquello era completísima.

Los misterios y moralidades son mirados por lo común como el origen del drama moderno, fijándose hacia fines del siglo XV la época en que brota el profano del religioso.

Entre el fulgor amarillento de las luces y el sonido de aquella moneda, el templo parecía dominado por algo terrenal y profano, mientras arriba, en lo alto de la cornisa, a cada instante penetraba con más dificultad la luz del sol.

En la nave del trasaltar, la más obscura, escondidos en la sombra de los pilares y en las capillas, algunos señoritos se divertían en echar a rodar sobre el juego de damas del pavimento de mármol monedas de cobre, cuyo profano estrépito despertaba la codicia de la gente menuda; bandos de pilletes que ya esperaban ojo avizor la tradicional profanación, corrían tras las monedas, y al caer tantos sobre una sola en racimo de carne y andrajos, excitaban la risa de los fieles, mientras ellos se empujaban, pisaban y mordían disputándose el ochavo miserable.

aquí la mujer asiática; la mujer del primer período histórico; la esclava del marido, el misterio profano de la familia, el perfume quemado en los altares de Faraon.

En los años de 1595, en la canonización de San Jacinto; en el de 1614, en la beatificación de Santa Teresa, y en 1622, en la canonización de San Isidro de Madrid , hubo justas poéticas de esta especie, á que concurrieron casi todos los poetas más afamados de España. La osada y fecunda fusión de lo sagrado y lo profano, peculiar al catolicismo español, penetró también en las fiestas religiosas.

Alegre todo el día, activa, solícita, llenaba el hogar del Magistral de cantares religiosos a los que daba, sin saber cómo, sentido profano, aire de la calle. Aquel tono alegre era más picante por el contraste con el rostro de Dolorosa de la joven.

Palabra del Dia

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