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Actualizado: 28 de julio de 2025
¡Toma, y se admira, canástoles! ¡Yo lo creo! Pues mal creído... ¿Cuántos años tiene usted, entonces, o, mejor dicho, cuántos cree tener? Ni tampoco cincuenta y ocho... Lo menos sesenta y dos... ¡Ave María Purísima!... ¡No le hagas caso, Nieves! De todas maneras, igual le dé, porque ya no ha de echarse usted a pretender jovenzuelas; pero ésta es una cuenta que se saca en el aire y por los dedos.
Si es disfrazar vuestra dama, Como suelen los poetas, Por tratar cosas secretas 1135 Sin ofensa de su fama, Está bien; pero si no, Bajo pensamiento ha sido. Ninguna cosa he fingido, Ni tengo la culpa yo; 1140 Porque no lejos de aquí Vive la hermosa Isabel, Por quien el amor cruel Hace estos lances en mí. Sirve á un indiano, que viene 1145 Á la corte á pretender.
Ya otra vez tuve miedo de descender a mi interior para realizar un examen de conciencia, este deber que siempre me ha sido fácil, y agradable. Pero el miedo de entonces nada tenía que pudiera parangonarse con el de hoy. »¿Me engaño a mí misma? ¿Y cómo pretender que los demás sean sinceros? ¿Me impide la soberbia confesarme que he podido engañarme?
Dadme algunos datos al respecto, señor cura, y convenceos de que no sois sino un soñador optimista al pretender que la felicidad existe y que me está destinada. Vivís como un ratón dentro de un queso, no porque seáis egoísta, e ignoráis las catástrofes que pueden estallar sobre la cabeza de las gentes que viven en el mundo. «Ya no tengo ilusiones, mi buen cura.
Uno de los dos bandos tiene forzosamente que sucumbir ó someterse: pretender que ambos convivan unidos por lazos de fraternal afecto, es pretender lo imposible.
La acción de la primera, prescindiendo de otros sucesos mezclados con ella, es la siguiente: Habiendo guerra entre Castilla y Aragón, Don Pedro, Príncipe de este último reino, se dirige clandestinamente á la corte castellana para pretender la mano de la princesa Elena, siendo descubierto por un espía y hecho prisionero, y librándose por la intercesión de la Princesa, que huye con él á Zaragoza.
Y aquí conviene fijarse en que, a juzgar por las frases de Pacheco arriba citadas, Velázquez entró al servicio real cobrando salario; palabra que basta para dar idea de las relaciones que por toda su vida habían de unirle con el monarca. Difícil, si no imposible, e impropio de un libro de vulgarización, sería pretender fijar cuadro por cuadro y año por año, toda la labor del artista.
El hombre no quiere trabajar doce horas, ni ocho, ni cinco, ni dos; no quiere trabajar en un trabajo desagradable ni en un trabajo agradable; no quiere trabajar absolutamente nada. Pretender establecer el trabajo colectivo como base de la sociedad futura me parece, por lo tanto, un absurdo. Toda la civilización no es más que una lucha desesperada del hombre para no tener que trabajar.
Semejante causa no es verdadera, ni legítima. Semejante causa es muchas veces la preocupacion vulgar de que se vale tu egoismo, porque amas á tu hija, y no tienes bastante abnegacion para sacrificar tu amor á su felicidad. La mujer, tu hija, es capaz de casarse, desde luego que es capaz de amar á quien ha de ser su marido, y un padre sensato no debe pretender legislar esto de otro modo.
Decidme... pero rodeemos por esta calle: ¿á qué habéis venido á Madrid? A buscar á mi tío, que es el cocinero mayor del rey. ¡Ah! ¿y al arrimo de vuestro tío, venís á pretender algún oficio á la corte? Yo, señora, no pretendo nada. ¿Sois rico? Soy pobre. Pero para servir bajo las banderas del rey como soldado, no son necesarios empeños. ¿De modo que...?
Palabra del Dia
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