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Te lo suplico por última vez... Voy á morir; adivino que mi fin está próximo si no me tiendes una mano; presiento la venganza de los míos... ¡Guárdame, Ulises! No me dejes volver á tierra: tengo miedo... ¡Tan segura que me sentiría aquí, á tu lado!... El miedo, efectivamente, se reflejó en sus ojos al recordar los últimos meses de su vida en Barcelona.

No respondo de nada; pero presiento una ley fisiológica, hasta aquí desconocida, y que me consideraré muy feliz si puedo formularla.

Antonia procuraba evadir la conversación siempre enojosa; pero el doctor insistió diciendo con alegre y serena sonrisa: Oye, Antoñita, no trates de engañarme, hazte cargo de la realidad. Presiento ya mi fin, y mi alma que, en efecto, está más impaciente que el cuerpo, empieza por abandonar a intervalos este mundo para volar al otro en ensueños y divagaciones.

Mas ya, ¿quién pondrá en mis manos su pan y el de sus hermanos? ¡Ay, Señor!, que en mi profundo dolor presiento males prolijos; que en este afán angustioso, lloro, más que por mi esposo, por el padre de mis hijosSupla esta bella estrofa las frases que yo no encuentro para pintar la desolación de aquella escena.

Yo estoy en peligro lo mismo que continuó Freya con acento desesperado . No cuál es el peligro que me amenaza ni de qué parte vendrá, pero lo adivino, lo presiento sobre mi cabeza... De nada puedo servirles; ya no les inspiro confianza y muchas cosas. Poseo demasiados secretos para que me abandonen, dejándome en paz; han acordado suprimirme: estoy segura de ello.

A pesar de sus triunfos, el poeta está triste; continuamente se lamenta de su constitución débil, que le impide realizar largos esfuerzos mentales. Yo concibo mucho dice, pero no puedo trabajar: me canso; por lo mismo, presiento que la mitad de las fábulas y de los personajes que he ideado, morirán conmigo... Y, aunque trabajase mucho, sería igual.

"Hace varios días conocí a José Luis Aguirre. Presiento, no por qué, una pasión. Dios quiera que sea la única de mi vida y no se cumpla ese mal augurio de Zoraida. Dice ella que para nosotras sólo puede haber amores desdichados. Lo repite tanto que ha llegado a darme un poco de susto. Además, allí está el recuerdo de mamita.

Me han amenazado; me han llamado tramposa porque no puedo pagar... ¡tramposa! ¡a una señora como yo...! No puedo sufrir tanta vergüenza. Y si mis hijos me abandonan, me moriré, señor... presiento que estos disgustos me van a quitar la vida.

De todo corazón te perdono, hijo mío, porque si así no fuera no la querrías. ¿Ves? En eso consiste la diferencia que hay entre tu amor y el mío; yo presiento las desgracias futuras y olvidas las pasadas.

Haciéndome sentar entonces y poniéndose de espaldas á la chimenea, dijo: Señor marqués de Champcey d'Hauterive, me preparaba ayer á escribirle, cuando supe su llegada á París, la que me permite informarle á usted in voce del resultado de mi celo y de mis operaciones. Presiento, señor, que ese resultado no es muy favorable.