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Actualizado: 18 de julio de 2025
La novicia iba á caer desvanecida, pero Roger la recibió en sus brazos y la estrechó amorosamente, con gran escándalo de la abadesa y con no menor admiración de las veinte monjas y novicias que presenciaban tan inesperado desenlace.
Se acabaron las miradas feroces, los gestos severos, las mudas escenas entre madre e hijo, que presenciaban con temor los íntimos de la casa. Ya no iba a la casa azul; lo sabía con gran certeza, gracias al espionaje gratuito con que la servían las gentes afectas a la familia.
Asombrados y temerosos contemplaban los espectadores al magnánimo Orosmán batallando con los celos; temblaban, cuando veían entrar á Otelo silencioso, y medir con sus miradas la obscura alcoba; cuando presenciaban las torturas de Caín , luchando en vano con el terrible destino que lo arrastraba al fratricidio; cuando consideraban á Bruto, envuelto en su manto, entregando la cabeza de sus hijos al hacha levantada de los lictores; en una palabra, se extasiaban ante la más sublime perfección á que puede llegar el arte imitando la naturaleza.
Ambos prestaban atención suma, comprendiendo que presenciaban un episodio interesante del drama político español. Aquí se incuba algo, hombre exclamó Borrén inclinándose hacia su amigo. ¡Claro que se incuba! ¡El desbarajuste universal... y el picadillo que van a hacer de España esos señores!
Los demás huéspedes eran figuras secundarias, que presenciaban riendo las disputas de la mesa redonda, aventurando pocas veces su opinión y aceptando resignadamente la oligarquía de los seis que hemos enumerado, los cuales gobernaban la fonda a su talante, dictando al cocinero los platos y al dueño las horas de las comidas; los criados, que se renovaban a menudo, poníanse muy pronto al tanto de la existencia de este primer estamento, y empezaban a servir siempre por aquella parte de la mesa en que se situaba, lo que hacía montar en cólera a una señora viuda, ajamonada, que en las discusiones daba siempre la razón al oficial de marina.
Un sirviente gallego le servía sin pausas, plato tras plato, y don Eleazar comía con la gravedad de un oso que devora su ración. En un rincón de la pieza, de pie, tres hombres presenciaban esta colación matutina en completo silencio. Entre usted, señor don Julio, ¿también nos abandona usted en los días de prueba?...
Los enamorados, al verse protegidos por esta muralla de carne y de lienzo, sin miedo ya á la curiosidad del cortejo universitario, corrieron el uno hacia el otro. El hombre echó atrás sus velos femeniles. Efectivamente, era Ra-Ra. Los dos se abrazaron y empezaron á besarse, sin prestar atención al grupo de atletas, que presenciaban sus arrebatos con impasible estupidez.
Tié güena boca, güenas piernas... Te saliste con la tuya. Que lo aparten. Y el picador se apeaba, dispuesto a aceptar todo lo que le presentase el contratista luego de su aparte misterioso. Gallardo se separó del grupo de aficionados que presenciaban sonrientes esta operación. Un portero de la plaza iba con él hacia donde estaban los toros. Atravesó una puertecilla, saliendo a los corrales.
Al contrario, un centenar de aquellos salvajes intentaron acabar con los blancos y los chinos que presenciaban aquel furioso combate, y se dirigieron tumultuosamente a la playa. No había que perder un momento. Para los tripulantes que se habían quedado en tierra no había ya salvación posible y los más de ellos habían ya perecido. No era prudente exponer a igual suerte a los que se habían salvado.
Ramiro se retiró orgulloso del secreto que acababa de sorprender; pero no tardó en advertir que los alguaciles que caían al figón presenciaban a menudo aquellos ritos diabólicos, y que el Nazareno los cohechaba con solo un rubio y chispeante buñuelo, recién sacado de la sartén. Ramiro acabó por atraer la atención. Le hablaron en algarabía y no pudo contestar.
Palabra del Dia
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