Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 5 de mayo de 2025
Pasadas aquellas fuertes emociones, mi amo cayó en profunda melancolía; apenas hablaba; diríase que su alma, perdida la última ilusión, había liquidado toda clase de cuentas con el mundo y se preparaba para el último viaje. La definitiva ausencia de Marcial le quitaba el único amigo de aquella su infantil senectud, y no teniendo con quién jugar a los barquitos, se consumía en honda tristeza.
Dentro de pocos días preparaba una sorpresa a los sarrienses. Después de muchos trabajos, se consiguió que desembuchara. Estaba en tratos con el célebre Marabini, frenólogo, prestidigitador. Acaso el martes... sí, el martes o el miércoles podrían admirar sus habilidades en el teatro. Traía además cuadros disolventes y un lobo domesticado.
¿Qué has estudiado hoy? preguntábame al llegar. Nada. ¿Cómo nada? Me fastidia el estudio decía yo con tono cansado. El pobre cura estaba consternado. Preparaba largos discursos y me los espetaba de un tirón, pero producían el mismo efecto que si los hubiera dirigido a un piel roja. Por último súbitamente me volví triste.
Y, para mayor seguridad, bajé yo misma a la ciudad y entregué la carta al postillón que justamente se preparaba a partir para Prusia. En el momento en que el sobre se escapó de mis manos, sentí como una puñalada en el corazón; se habría dicho que con esa carta entregaba mi alma a potencias desconocidas.
También, y más de una, cuando ya era tarde fue la severa respuesta, que dejó a la doncella callada y confusa. ¿Cómo es que el Rey se halla aquí, en tierras del Duque? pregunté para romper el embarazoso silencio. El Duque lo invitó, mi buen señor, a que descansase aquí hasta el miércoles, mientras él preparaba la recepción del Rey en Estrelsau. ¿Es decir que son buenos amigos?
Con igual aprovechamiento, mayor si cabe, cursó el joven los años de la facultad y ya desde el tercero empezó á curar con mucha suerte, cosa que no solo le preparaba un brillante porvenir sino que tambien le producía bastante para vestirse hasta con cierta elegancia y hacer algunas economías.
¿Le preparaba alguna escena de melodrama aquel imbécil de Hardoin? No le faltaba más que ese ridículo. Presa de una viva irritación, saludó con tiesura y se puso a la defensiva. Señor conde comenzó el notario en tono ceremonioso, he rogado a usted que pasara por mi despacho para una comunicación urgente de parte de esta señorita.
Recordó sus años de estudiante teólogo en San Marcos, de León, cuando se preparaba, lleno de pura fe, a entrar en la Compañía de Jesús. «Allí, por algún tiempo, había sentido dulces latidos en su corazón, había orado con fervor, había meditado con amoroso entusiasmo, dispuesto a sacrificarse en Jesús... ¡Todo aquello estaba lejos!
Avergonzado de mi ridícula jactancia, y muy embarazado por las curiosas miradas que sobre mí había atraído, me incliné torpemente sin responder. Nuestro whist se acabó en un silencio profundo. Eran las diez, y me preparaba á retirarme, cuando la señorita de Porhoet me tocó el brazo. El señor intendente dijo, me hará el honor de acompañarme hasta la avenida. La saludé y la seguí.
El sol inundaba de luz las soledades del espacio, animando y engrandeciendo el vastísimo paisaje. Largos y monótonos zumbidos de cigarras y de otros insectos voladores poblaban el aire de un sordo y soñoliente murmullo, que convidaba á la siesta. Callaban las aves, adormecidas por el calor, y callaban también los hombres, atentos al deicidio que se preparaba en los cielos.
Palabra del Dia
Otros Mirando