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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Una sola frase suya probará su inmenso saber en esa historia viva que se aprende con los ojos: «Vi a José I como le estoy viendo a usted ahora». Y parecía que se relamía de gusto cuando le preguntaban: «¿Vio usted al duque de Angulema, a lord Wellington?...». «Pues ya lo creo». Su contestación era siempre la misma: «Como le estoy viendo a usted». Hasta llegaba a incomodarse cuando se le interrogaba en tono dubitativo. «¡Que si vi entrar a María Cristina!... Hombre, si eso es de ayer...». Para completar su erudición ocular, hablaba del aspecto que presentaba Madrid el 1.º de Septiembre de 1840, como si fuera cosa de la semana pasada.
En pocos minutos se formó un grupo de veinte o treinta en la punta del paredón. ¿Quién era? ¿Le conocías? preguntaban al que le había visto. Me parece que era don Gonzalo. ¿El alcalde? Sí. Sería muy bien, sería muy bien... ¡Reterroías mujeres! La nueva se esparció instantáneamente por la villa. Acudió al muelle una muchedumbre de gente.
Casi juntamente con los primeros tiros de la embestida de Vedel, sonaron cañonazos lejanos, que al principio no supimos a qué dirección referir. ¿Qué es eso? ¿Hacen fuego por el Herrumblar, o es de la gente de Menjíbar? preguntaban allí. Es la división de D. Manuel de la Peña, que viene por la Casa del Rey contestó uno que a todo escape venía del primer campo de batalla.
Y esto se preguntaba a cada instante el buen marqués, y esto le preguntaban a cada hora sus amigos y conocidos; y por adivinarlo, aceptaba y rechazaba, según que se ajustaran o no a sus deseos, cuantos síntomas y fenómenos internos y externos acepta como artículos de fe la observación del vulgo, cuando la marquesa dio a luz una hembra.
-Los dos se comprometieron a obedecerme ciegamente. Al otro día le hablé al capataz. Le dije que, efectivamente, habíamos estado en un pontón presos por cuestiones políticas; que habíamos visto rondando la finca a uno de la policía inglesa, y que teníamos que marcharnos. Añadí que estábamos muy contentos de su acogida y que le suplicábamos que, si le preguntaban algo de nosotros, no dijera nada.
Cuando todo el grupo de hombres de la Presa acabó de entrar en la explanada del rancho, Watson no prestó atención á las exclamaciones del español, asombrado de encontrarle allí. Tampoco se fijó en los saludos del comisario. Los dos le olvidaron también para ir en busca de Piola, colocándole sus revólveres en el pecho mientras le preguntaban dónde estaba Celinda.
4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías que dice: Voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor, Haced derechas sus sendas. 6 y verá toda carne la Salud de Dios. 9 Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; todo árbol pues que no hace buen fruto, es cortado, y echado en el fuego. 10 Y ellos le preguntaban, diciendo: ¿Pues qué haremos?
Los jóvenes ansiosos de que alguien se fijase en ellos se preguntaban si habría baile en la tertulia de Momaren. La entrada del poeta nacional sembró la consternación entre las señoritas masculinas aspirantes al matrimonio. ¿Cómo vamos á bailar si ha llegado Golbasto, el más acaparador de los poetas?... Toda la reunión será para él.
-Tienes razón, Sancho -dijo don Quijote-, porque este pintor es como Orbaneja, un pintor que estaba en Úbeda; que, cuando le preguntaban qué pintaba, respondía: ''Lo que saliere''; y si por ventura pintaba un gallo, escribía debajo: "
De conformidad á los primeros informes sobre la localidad de los Césares, los geógrafos los habian colocado en una abra de la Cordillera Nevada, entre los 45 y 50 grados de latitud austral: y no obstante, habia gefes que preguntaban por la Gran Noticia á los indios Chiquitos, y otros que la buscaban en las riberas del Atlantico!
Palabra del Dia
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