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Vienen por Menjíbar, y anuncian que de esta noche a mañana llegarán a casa, donde piensan detenerse algunos días, no sólo para tomar descanso, sino para que ambas familias se conozcan y traten, pues son ramas que van a injertarse, formando un solo árbol frondoso que eche profundas raíces en el suelo de la nación, y sombra a numerosa, ilustre prole. ; ya que el señorito se casa...

El día 16, después de haber pasado un gran miedo, gozamos lo indecible cuando les vimos llegar de la barca de Menjíbar, derrotados y con su General muerto. ¡Cómo corrían por esas calles, y qué gritos daban, y qué cosas tan atroces e indecentes echaron por aquellas bocazas! ¡Así se vengaban los muy perros! ¿Pues qué creéis?

Después de detenernos a orillas del Guadalimas, parte del ejército se entretuvo en marchas incomprensibles, y empleando en esto más de un día, nos encontramos de nuevo sobre Menjíbar al anochecer del 18, punto al cual había llegado horas antes la división del marqués de Coupigny. Reunidos ambos ejércitos, no hubo allí más parada que la precisa para recoger las provisiones de que estábamos tan escasos, y ya muy de noche emprendimos el camino de Bailén.

De todas aquellas personas, ninguna estaba tan enérgicamente fija en mi pensamiento como Santorcaz, hombre para incomprensible y sospechoso, y que empezaba a inspirarme secreta antipatía, sin que acertara a explicarme por qué. Al siguiente día hicimos un movimiento por la orilla izquierda, río arriba, hasta un punto mucho más alto que Menjíbar.

A mi amo y a los que le seguían nos tocó formar en las filas del regimiento de Farnesio, mientras que los lanceros de Sevilla fueron casi todos incorporados al regimiento de España. El día 13 nos separamos de nuestros compañeros y tomamos el camino, mejor dicho, las veredas y trochas que conducen a Menjíbar. No llegábamos a seis mil; pero éramos buena gente, aunque me esté mal el decirlo.

Muchas familias expoliadas habían acudido a Menjíbar. En la plaza del pueblo dos frailes escapados a las carnicerías de Jaén, predicaban el exterminio de los franceses.

Nosotros le llamábamos el sainetero, por ser hijo de D. Ramón de la Cruz. Adelante, pues al llegar a Menjíbar, encontramos la población muy alborotada porque un destacamento francés, enviado a Jaén en busca de víveres, después de saquear horriblemente esta ciudad, había retrocedido a su cuartel general, asolando a su paso la comarca.

De todos modos, nuestra posición era arriesgada; por lo cual, deseando Reding cerciorarse de la verdadera distancia a que se hallaba Vedel, había despachado camino arriba, desde Menjíbar, al teniente de ingenieros D. José Jiménez, con encargo de averiguarlo.

En Manzanares le habían dado en cierta ocasión un café detestable; la manteca rancia: otra vez el jefe de la estación de Alcázar no le había querido facturar el equipaje por llegar dos minutos tarde: en otra ocasión, en la fonda de Menjíbar, no les dieron tiempo a almorzar; pero él, que es un gran tunante, se burló del fondista apoderándose de lo que había en la mesa y llevándoselo al coche.

Pasamos en breve el Guadalquivir, profundo, lento y silencioso, por un bello puente colgante echado sobre colosales rocas; tocamos, á unos 16 kilómetros de Baylen, en el pueblo de Menjibar, situado en terreno fértil y con unos 1,600 habitantes; y atravesando campos rugosos y bastante cultivados generalmente, dimos, á unos 36 kilómetros adelante, con la curiosa ciudad de Jaen, de situacion pintoresca, dominada por un alto cerro sobre cuya cima se ostenta un viejo castillo, formidable un tiempo y hoy felizmente arruinado, así como las murallas y demas fortalezas que circuyen la poblacion.