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Actualizado: 30 de abril de 2025
Saint-Pair, la Villa Blanca, el mar bretón, la campiña normanda, la Brecha de los Ingleses, la capilla de Santa Ana, ¿era todo eso un sueño, una ilusión, una quimera? Liette estaba a veces por preguntárselo. Un balido quejumbroso y una cabeza rizada que se apoyó en su falda, respuesta indirecta a su pregunta, arrancáronle un suspiro involuntario.
ESCIPIÓN. Y, no obstante, esas mujeres lo son de unos maridos a quienes pegamos ayer. Eso prueba que existe también un medio de apoderarse de las mujeres. Por desgracia, no lo conocemos. Es de todo punto necesario conocerlo. Pero ¿cómo? EL GRUESO ROMANO. Hay que preguntárselo a las mismas mujeres. No nos lo dirán. ¡Silencio! Nos están oyendo. ESCIPIÓN. Tengo un plan.
No dijo Godfrey, sintiendo que un vivo sonrojo le subía a la cara y sintiéndose molesto ; pero no creo que guste de mí. ¡Qué no creéis! ¿Por qué no habéis tenido el valor de preguntárselo? ¿Siempre deseáis vos casaros con ella? Esta es la cuestión. No deseo casarme con otra respondió Godfrey, de un modo evasivo.
¿Pero Herminia ... padrino mío?... ¡Herminia! Es posible que ni siquiera conozca esas cartas ... En todo caso es preciso tener el valor de preguntárselo. Á esta declaración Mauricio palideció. ¡Qué! ¿Ponerla al corriente de esta infamia? ¿Interrogarla sobre tal asunto? Sí, ponerla al corriente; no interrogarla: consultarla lealmente como persona leal que es.
Tuve la palabra en la boca más de una vez para preguntárselo; pero no me atreví, por temor a que me dijese que no, y tomase yo un berrinchín.
Si todo esto no lo ordenase nuestra religión, lo mandaría el sentido común. La religión es toda razón, desde el dogma más alto hasta el pormenor menos importante del rito». Aquella conformidad de la fe y de la razón encantaba a la Regenta. ¿Cómo tenía ella veintisiete años y jamás había oído esto? No se había atrevido a preguntárselo al Magistral, pero tiempo habría.
La denuncia resultaba asaz verosímil. ¿Qué hacer? Había un medio de saberlo: preguntárselo derechamente a don Íñigo. Pero su viejo amigo estaba concluyendo. No importa se dijo, y, aquella misma tarde, se dirigió a la casa del moribundo. El anciano estaba rígido en el lecho.
El chico guardó silencio. Andrés comprendió que dudaba de su partida. Si piensas que no me marcho puedes preguntárselo al criado de mi tío, que bajó hoy el caballo del monte... Y como viese que vacilaba sacó del bolsillo una moneda de plata y se la puso en la mano. ¿Qué quiere que le diga a Rosa? Que cuando oiga silbar esta noche en la calle, baje a la cocina y me abra la puerta.
¡Y Luz, en cambio, con haberle tratado tanto, ignoraba todavía cómo se llamaba él!... Se atrevió a preguntárselo. Me llamo Ángel respondió el mozo. ¡Ángel! Por arcángel le había tomado ella muchas veces al contemplarle en su imaginado paraíso guardándole las puertas. ¿Qué venía a suponer esa leve discrepancia de jerarquías? Siempre resultaba el mismo «guardián». Pero ¿dónde la había conocido?
No cabía duda de que lo enviaba casi todas las noches. ¿Pero con qué propósito? Esto era lo que ella no podía adivinar... Jamás se hubiese atrevido a preguntárselo. Por otra parte, no le veía casi nunca, a no ser por la noche, los días de ópera, en un palco segundo de frente a la escena, al que estaba abonado durante todo el año.
Palabra del Dia
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