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Actualizado: 19 de julio de 2025
1 Y oyendo la reina de Sabá la fama de Salomón, vino a Jerusalén para tentar a Salomón con preguntas oscuras, con un muy grande ejército, con camellos cargados de aroma, y oro en abundancia, y piedras preciosas. Y luego que vino a Salomón, habló con él todo lo que tenía en su corazón. 2 Pero Salomón le declaró todas sus palabras; ninguna cosa quedó que Salomón no le declarase.
Sí, sí afirmó Pecado, despidiendo de sus ojos brillo de animación y alegría . Para ir mandando la tropa y arreando palos..., así..., ¡toma! No, no, no se pega. No creas que los generales pegan... Hay carreras preciosas, como Estado Mayor, Ingenieros, Artillería. ¡Artillero, artillero! gritó Pecado, dando golpes en la mesa . Ya me verás, cañonazo va, cañonazo viene... ¡Bum, bum!
Y alguna, quizás, de esas preciosas mujeres que como en un relámpago pasaban en sus coches lujosos, deslumbrando mi vista, estaba destinada a apartarse conmigo, allá, a una casita lejana, en cuyo umbral modesto irían a morir sin rumores las olas tempestuosas que me azotaran en las horas de lucha.
No he ido á la selva á buscar á ningún potentado; ni intento hacer allí una futura visita con el fin de ganarme la protección y favor de semejante personaje. Mi único objeto fué saludar á mi piadoso amigo el apóstol Eliot, y regocijarme con él por las muchas preciosas almas que ha arrancado á la idolatría.
San Isidoro afirmaba que la isla Trapobana «hervía de perlas y elefantes, y que en ella el oro era más fino, los elefantes más grandes y las margaritas y perlas más preciosas que en la India». Junto a la Trapobana había dos islas, la de Chrise, que era toda de oro, y la de Argyra, toda de plata.
Hermosa mañana aquella en que me dirigí a pie al palacio de la Princesa, llevando en la mano un ramo de preciosas flores. La razón de estado excusaba mi amor; y si bien las atenciones que prodigaba a mi supuesta prima eran nuevos incentivos a la pasión que me impulsaba, me unían también más estrechamente al pueblo de la gran ciudad, que adoraba a la Princesa.
Luego consiguieron dominar sus nervios y quedaron impasibles, en una forzada indiferencia. Los cinco gobernantes, obedeciendo á la ley que reglamentaba las ceremonias públicas, iban vestidos con un lujo deslumbrador. Se envolvían en mantos bordados de oro, y sobre sus cabezas llevaban unas tiaras del mismo metal con adornos de piedras preciosas.
A cambio de tu favor con el rey, la prisión de don Francisco de Quevedo y don Juan Téllez Girón ante la justicia, como homicidas de don Rodrigo Calderón. Lo haré... dijo el duque ¿pero esas cartas, esos secretos?... Las unas y los otros los guardo yo como armas preciosas. Escucha dijo el duque ; yo puedo enriquecer á Dorotea, enriquecerte á ti...
Elena se levantó airada, y presa de un furor infantil se arrojó sobre él y comenzó a apretarle el cuello con sus preciosas, delicadas manos, a tirarle de las orejas y del bigote. ¡Toma! ¡por cazurro...! ¡por malo! ¡por gañán! Reynoso no podía defenderse; se lo impedía la risa.
Creyente sincero y de entendimiento poderoso, fue estudiando, fijándose en todo, y apoyado como en fuerte palanca en su ideal, comparó y juzgó las cosas de la vida. Traía en su alma esa profunda fe que, a semejanza de ciertas piedras preciosas, va siendo más rara cada día.
Palabra del Dia
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