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Actualizado: 17 de junio de 2025


Del firmamento caía una lluvia de estrellas que no llegaban al suelo jamás, y las praderas elevaban hacia él su voz suave y monótona, formada por los suspiros de millones de insectos que en el fondo de sus pequeños agujeros también se estremecían, como yo, de amor y de dicha. ¡Hermosa noche andaluza: mientras me quede un soplo de vida vivirás impresa en mi corazón!

No; llegaban a la isla donde muchas veces había pasado las tardes Rafael, oculto en los matorrales, aislado por el agua, soñando con ser uno de aquellos aventureros de las praderas vírgenes o de los inmensos ríos americanos, cuyas peripecias seguía en las novelas de Fenimore Cooper y Maine Reid.

Más de una vez le había sucedido detenerse con placer ante aquel inmenso trigal, arrancar una espiga, desgranarla, y decirse: ¡Vamos! los granos son buenos, firmes y bien formados; este año tendremos una excelente cosecha. Y alegremente continuaba su camino a través de sus campos, sus plantaciones y sus praderas.

Mina quedó á pocos pasos, más curiosa que asustada, saboreando de antemano la gran corrección que iban á recibir los bandidos. «El rey de las praderas» terminaría la pelea en unos segundos.

Ni la sombra de un árbol, ni el rumor de un arroyo, ni el canto de un gallo ó de un pájaro campestre, ni el mugido de una vaca, ni el mas leve ruido se sentia al atravesar aquel desierto.... ¡Ni una choza en las praderas interminables, ni un cercado para manifestar la presencia del hombre por allí!...

A nuestra izquierda se extendia, hácia el N.-E., lo que se llama el valle, que es una sucesion de planos inclinados, ascendentes hácia lejanas neveras, muy accidentados y cubiertos de aldeas y chalets en gracioso desórden, pequeñas praderas y muchas plantaciones de legumbres, árboles frutales y cereales.

El barón hizo notar á Roger, que contemplaba admirado tan hermoso cuadro, el contraste que desde aquella altura presentaban las áridas llanuras gasconas del norte con las verdes praderas y las colinas pintorescas de la tierra navarra.

Los cetáceos se hundían en este espesor viviente y con sus bocas insaciables absorbían el alimento á toneladas. Peces infinitamente pequeños secundaban á los gigantes marinos, atracándose de huevos de arenque. Los pescados más glotones, la merluza y el bacalao, perseguían á estas praderas de carne, empujándolas hacia las costas y acabando por dispersarlas.

Fijo y sin mirada, el ciego volvía sonriendo su rostro hacia donde sonaba la voz del doctor. No tengo esperanza murmuró. Habían salido a un sitio despejado. La luna, más clara a cada rato, iluminaba praderas ondulantes y largos taludes, que parecían las escarpas de inmensas fortificaciones. A la izquierda y a regular altura vio el doctor un grupo de blancas casas en el mismo borde de la vertiente.

Entregaba una hoja, después de garrapatear algunos signos, y recibía las monedas de cobre. Isidro mostrábase satisfecho de su nuevo alojamiento. Por una ventana contemplaba el río, casi a sus pies, y en la orilla opuesta las praderas pintadas por Goya, los cerros en cuya cumbre se aglomeraban los cipreses y mausoleos de los cementerios de la Almudena y San Isidro.

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